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Desescalada turística

EDITORIALES ·

Sánchez no encuentra argumentos para justificar el despropósito del acuerdo suscrito con Bildu para derogar íntegra la reforma laboral

Domingo, 24 de mayo 2020, 09:54

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El presidente Pedro Sánchez se hizo ayer portavoz de una buena noticia, invitando a las empresas y profesionales del turismo a disponerse a inaugurar la temporada de verano. Tanto para acoger a los visitantes nacionales como para responder a la demanda internacional. Su llamada, acompañada del anuncio de la reanudación de la Liga de fútbol, sonó al pistoletazo de salida que tanto la industria como los ciudadanos esperaban para vislumbrar un verano medianamente normalizado. Pero al actuar así el presidente pareció precipitarse respecto a las cautelas y prudencias que viene aconsejando desde su autoridad Salvador Illa, que se niega a adelantar ningún escenario de desescalada que no esté previamente decidido. Pedro Sánchez no respondió a cuestiones relacionadas con el calendario propuesto para reactivar el turismo, ni sobre las medidas que se estén estudiando para procurar una oferta segura desde el punto de vista sanitario que pueda percibirse como tal por parte de los operadores y los clientes finales. Y tampoco respondió a las demandas que el sector turístico -y con él las comunidades autónomas y municipios que venían recibiendo más visitantes- dirige a los máximos responsables de la desescalada sobre la eventualidad de corredores seguros entre la procedencia y el destino, sobre incentivos específicos a modo de bonos de consumo, sobre exenciones tributarias, o sobre las posibilidades de eventos públicos atractivos. El turismo es, además, tan sensible a los sobresaltos que pudieran darse a modo de rebrotes episódicos de la infección que el Gobierno debe pronunciarse con el máximo cuidado al respecto, evitando generar expectativas que no puedan cumplirse a tiempo, o que impliquen exigencias y restricciones disuasorias tanto para la oferta como para la demanda. En su alocución de ayer el presidente Sánchez no pudo evitar el momento crítico de la semana, con el acuerdo suscrito bajo su supervisión con EH Bildu para derogar íntegra e inmediatamente la reforma laboral. Y tampoco pudo evitar la contradicción que supone alegar que pospone el debate sobre cuestiones ajenas a la prioridad de la salud pública, mientras argumenta que si tuvo que negociar la abstención de la izquierda abertzale fue porque el PP iba a votar que no al estado de alarma. El despropósito del miércoles no encuentra justificación alguna en las palabras de Pedro Sánchez, y mucho menos en la gravedad del momento.

Sinsentido fiscal

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, declaró esta semana en el Senado que la política del Gobierno en materia de impuestos va a seguir siendo, con la pandemia, la misma que habían acordado sus socios –PSOE y Unidas Podemos–. El mensaje subyacente sería que el impacto de la Covid-19 sobre la economía y la sociedad ratifica al Ejecutivo en la idoneidad de su apuesta tributaria. Resulta paradójico que el mismo Gobierno que ha rehusado tramitar un Presupuesto para 2020, al considerar que las previsiones macroeconómicas presentan un alto grado de incertidumbre –en realidad, porque no quiere tentar su suerte con la búsqueda de una mayoría complicada de sumar hoy–, despache el asunto de la fiscalidad futura como si en realidad la zozobra general por la que insiste en el estado de alarma no modificase en nada sus planteamientos iniciales. La crisis económica derivada de la pandemia exige un tiempo de reflexión sobre las modificaciones fiscales requeridas para lograr que la recaudación de las administraciones contribuya a la reactivación, y no la hipoteque. Además, la precariedad parlamentaria en que se sostiene el Gobierno no alcanza para que la ministra Montero se cierre en sus trece.

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