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Desconcierto

Ni las prostitutas ni la oratoria de la señora Dolors van a ser las únicas víctimas del desconcierto

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Jueves, 1 de enero 1970

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Dolors Montserrat no estaba drogada ni tampoco, como sugirió Carmen Calvo, estaba llevando a cabo una performance. Cuando la portavoz del PP en el Congreso decía que el PSOE tiene a las prostitutas desconcertadas y se envolvía a sí misma en un galimatías surreal, estaba envolviéndose en la bandera española como una Mariana Pineda gangosa pero igualmente decidida a la inmolación. La inmolación de la realidad por la vía del desconcierto. Un desconcierto que, sí, parecía arrastrar las neuronas de la ex ministra de Sanidad por una torrentera sin rumbo, pero que es la herramienta fundamental con la que nos van a estar apretando y desapretando las tuercas en los propios meses. Perenne campaña electoral.

Podemos considerar que nos han echado la perpetua. Así de largo va a ser esto. Lo que la señora Dolors anunciaba ayer en el Parlamento es la borrasca de los tiempos venideros, el dislate que no tiene fondo y cuya forma es, en el mejor de los casos, churrigueresca, caprichosa y volandera. El barroco es otra cosa, el barroco tiene líneas maestras que a veces se disimulan con el retorcimiento. Lo de la señora Dolors, aparte de un dolor de cabeza, fue (y será, eso es lo peor) contorsionismo mental. Esta mujer siempre ha sido propensa a la voltereta de la sintaxis y al revolcón gramatical unido al acento de quien parodia chuscamente a los catalanes. No se sabe por qué fue elegida portavoz alguien que dispone de esa ejecutoria verbal torcida e inintencionadamente marrullera. La marrullería es un arma parlamentaria, una viscosidad que los señores diputados sacan a relucir cuando el terreno es pantanoso y todo está nublado a su alrededor. A la señora Dolors, sin embargo, la meteorología reinante le da igual. Para ella siempre hay nubes bajas. El barro oratorio parece ser su medio natural.

Una virtud: va con los tiempos. Como decimos, la campaña y la pseudocampaña nos sobrevuelan y su aleteo va a ser largo. Y ancho. Porque abarca todos los frentes. Desde el municipio hasta el último confín de la zarandeada Europa, pasando, y empezando, por Andalucía. Aquí, lo que se consideró un teatrillo, la ruptura entre Susana Díaz y Cs, ha cobrado verosimilitud. El método Stanislavski ha hecho que los actores se metan en la médula del papel y hagan suyo el guión. Juan Marín, que es un actor secundario al estilo Juanjo Menéndez, de esos que necesitan lustros y décadas para ser percibidos, asegura ahora, como el De Niro de los mejores tiempos, que él no va a darle ni agua a Susana Díaz. Se ha metido en la piel del despechado. No se sabe en qué pellejo se meterá si Javier Imbroda, mucho más querido por las cámaras, lo desplaza dentro de Cs. A saber. El desbarajuste de la Junta llega a Málaga en forma de trifulca por el Metro al Civil. Vieja leña para el nuevo fuego. Es lo que nos toca. Está claro. Ni las prostitutas ni la oratoria de la señora Dolors van a ser las únicas víctimas del desconcierto.

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