El extranjero

El cura amoroso

Domingo, 1 de octubre 2023, 02:00

El padre Fran. Rebotado de Melilla. Campando por Málaga. Entre misa y borrachera según su propia confesión. No hay que censurar a modo de belicoso ... anticatólico ni la misa ni, a modo de asceta, el vino. Pero quizá no sea buena idea mezclar el vino eucarístico con la francachela. Hay ecuaciones que no cuadran, ni aunque estén asistidas por un enviado del Espíritu Santo. Aquí, según todos los indicios, el enviado de la Paloma es un pájaro de cuidado. Antes o después, se supone que la Iglesia católica se avendrá a eliminar la castidad de sus sacerdotes e incluso a permitir que las servidoras de Cristo puedan administrar los mismos sacramentos que los hombres. El problema del llamado padre Fran no son por tanto sus novias. Sino los presuntos abusos. Y el de la Iglesia no es el de que existan pájaros de cuenta sino dejarlos correr.

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En Málaga, el caso de este sacerdote recuerda al de Hipólito Lucena. El párroco de la iglesia de Santiago que utilizó el confesionario para seducir a una serie de mujeres hasta el punto de convertirlas en sus más fieles acólitas. Un ministro de la Iglesia convertido no solo en libertino sino en abusador. Las diferencias también existen, marcadas por el tiempo, por la diferencia del país en el que uno y otro han vivido. La España de los años cincuenta del siglo XX poco tiene que ver con la actual. Aquella sociedad obligaba a Hipólito Lucena a mantener disociadas las dos caras de su personalidad. O puede que fuese la propia vocación del sacerdote la que lo llevaba a un comportamiento ejemplar a la luz del día. El padre Fran, por el contrario, no parece llamado por la senda del sacrificio ni se ha preocupado por guardar las apariencias. Cuando su ex novia amenazó con difundir su «material informático» se quejó de que podía perder su trabajo. El curro. Sencillamente.

«Ya sabes que soy un golfo», asegura la ex novia que le confesó el padre Fran para descargar el peso de las imágenes inculpatorias. Bueno, parece que al menos había hecho examen de conciencia. Imágenes de su vida anterior. De cuando las borracheras. El otro éxtasis. No el que hacía levitar a los santos sino el que llevaba al infierno a quienes lo practicaban. En cuanto a la Iglesia, esa puede ser la diferencia de actuación entre un caso y el otro. A Lucena lo encerraron durante dos décadas. Según un seminarista discípulo suyo y posterior catedrático universitario, lo que se debatió en el caso de Hipólito fue si el Diablo había intervenido en su desvío espiritual. Llegaron a la conclusión de que así había sido. Si de eso depende el tomar medidas, quizá convenga a la Iglesia tener más a mano al Diablo.

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