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Cuestión de profundidad

ÁNGEL PÉREZ MORA

Miércoles, 21 de agosto 2019, 07:25

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Algunos creen que la ciudad es su imagen. Las americanas gustan resumirse por su skyline que viene a ser una figura recortada contra el cielo que se vislumbra desde un punto de vista concreto, desde Nueva Jersey contra Nueva York, desde el lago Michigam contra Chicago, o desde el otro lado de la bahía para con San Francisco. El skyline toma vida por sí mismo, se hace plano irrepetible y figura identitaria. Nueva York en 2001, además de tanta vida humana, perdió su irrepetible skyline con su cumbre en sus torres gemelas.

Ahora que nuestra ciudad compite con otras afamadas y visitadas, algunos sueñan con un Skyline de Málaga, al que añadir algo novedoso desde la primera línea de la bahía. Pero la ciudad histórica europea nunca ha precisado de recortes identitarios contra el cielo. Muchos ven la ciudad como suma de calles y tienen una visión plana de su realidad. En nuestras ciudades, calles y edificios son la misma cosa. La ciudad es un continuo de edificios que la necesidad recorta allá y aquí, bien en forma de calle o de plaza. De la misma manera que los que creen que hacer arquitectura es cuestión de fachadas, se equivocan los que quieren hacer ciudad soñando un nuevo skyline. Ciudad y arquitectura son como la letra escrita: cuestión de profundidad.

La materia de la arquitectura, el espacio, es nuestro delante y detrás, nuestros dos «al-lados», con la tierra debajo a lo largo de nuestro recorrido y escapándose a los lados de nuestra mirada, cuando andamos. Ese lugar que ocupa el aire cuando no hay nadie junto a nosotros. Para pensar arquitectura es preciso recordarnos de niños jugando con nuestros pasos; juegos, en los que nos descubrimos a nosotros en el espacio de una casa, en la libertad de un patio. Después, desde nuestros recuerdos, esos dos lugares tan personales y tan nuestros, casa y patio, nacen en nosotros como conceptos y con ellos trabajamos.

Como el submarinista en el mar, el disfrutador de arquitectura y ciudad debe sumergirse en los edificios y explorar. Es preciso una inmersión en la Catedral para percibir que espacio es profundidad, que no hay más remedio que recorrerlo; que el espacio es cuestión de tiempo y también de sonido pues la profundidad se escucha. Aunque pueda parecer exagerado, si alguna vez, en una ceremonia o en un concierto, viene a nosotros la música desde dentro de la Catedral, experimentaremos música midiendo el espacio, espacio sonando en el tiempo, sentidos y vividos a la vez, espacio y tiempo.

Arquitectura y ciudad son algo más que fachadas. Reclamamos para la ciudad la profundidad perdida en tanto edificio vacío, como el de Correos, la profundidad extraviada en tanta manzana hueca si no podrida por «lo habitacional», la profundidad en el río que nunca ha sido. Aunque trabaje hermosa su fachada frente al mar que Málaga sea una ciudad mejor, desde Teatinos a los Guindos, desde los Montes al Palo, desde el Limonero a la Alameda, es cuestión de profundidad.

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