Un cuerpo eólico
Me pregunto qué es lo que querré transformar
Violeta Niebla
Lunes, 26 de mayo 2025, 02:00
Mi ansiedad se mide en los kilómetros que ando. Esta semana la marca oscila entre los 10 y los 12 kilómetros diarios. A mayor distancia, ... más grande es la ansiedad. Soy como uno de esos ventiladores gigantes que se ven en el horizonte desde la carretera, girando en lo alto de los cerros, transformando la energía eólica con las aspas de mi cuerpo que son mis dos piernas. Me pregunto qué es lo que querré transformar.
También se mide en la hora a la que me despierto: voy batiendo récords como si entrenara para unas olimpiadas internas. Hoy domingo la tengo en 6:27. Nunca me había despertado tan temprano de forma natural. No tengo un lugar al que ir a trabajar, no tengo un horario.
Odiaba el colegio, odiaba el instituto, odiaba la universidad. Odiaba la tienda de juguetes, odiaba el establecimiento de las máquinas tragaperras en el que trabajaba, odiaba la oficina del coworking modernito. Lo odiaba todo porque tenía un horario marcado y una persona que supervisaba todo lo que hacía.
Desde hace unos años opté por la libertad: esa libertad romantizada de no tener jefe ni un turno. Ahora mi jefa soy yo. La más exigente que jamás haya conocido. No me estoy quejando. Me considero una persona afortunada por dedicarme a lo que me dedico y poder vivir de esto. Pero me hace muchísima gracia cuando algunas personas señalan con el dedo mi privilegio. Como si vivir de esto no conllevara responsabilidades, un peso, una moneda de cambio.
Ni tener jefe ni ser tu propia jefa te libra de la ansiedad si vives en tiempos precarios. La angustia se infiltra por las rendijas del sistema como partículas de polvo en las esquinas más difíciles, estés dentro o fuera.
El problema no es solo el trabajo. El problema es el régimen de autoexplotación en el que se ha convertido la vida. Como dice Byung-Chul Han, «el sujeto neoliberal se explota a sí mismo y cree que se está realizando». O como dice Remedios Zafra en 'El entusiasmo': «Trabajamos para existir y existimos en el trabajo, sin tiempo para imaginar otras vidas posibles».
Y ahí estoy yo, con mis piernas-aspas girando cada mañana para generar energía. Mi ansiedad no tiene solución sencilla. La paseo, la escribo, la hago columna. Y aunque no tenga jefe, sigo con miedo de llegar tarde a algo que ni siquiera existe. A mí me salva el cuerpo en movimiento junto a Rómulo al amanecer. Y luego me salva volver y escribirlo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.