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La cuenta del Gran Capitán

Ignacio Lillo

Málaga

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Miércoles, 4 de octubre 2017, 07:44

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A estas alturas del 'procés', desde una perspectiva puramente malagueña me preocupa básicamente una cosa: que el Gobierno esté tentado de intentar neutralizar el conflicto catalán con una fuerte inversión estatal, con tal de mantener cebados a los independentistas para que, al menos a efectos formales, aquello se pueda seguir llamando España. Dicho de otro modo, que esto nos pueda costar un huevo. A los malagueños, y a los sevillanos y a los castellanos y a los extremeños. No es mi interés entrar en si es o no legítimo lo que está ocurriendo, pero no puedo evitar pensar en qué hay de lo mío.

Y no puedo evitarlo porque me tocó desglosar los Presupuestos Generales del Estado para la provincia de este año, que ya venían marcados por las amenazas separatistas. Fueron raquíticos, injustos hasta la rabia. No puedo evitar recordar una vez más la eterna promesa incumplida de llevar el tren hasta Marbella, la única gran ciudad de España que no tiene ni un simple Cercanías. Una inversión que, si bien ya era difícil, a partir de ahora se aventura irrealizable, porque Puigdemont azuzará cada día el miedo al grito de Groucho Marx, «Bring wood brothers» (en el doblaje español se tradujo con la mítica “más madera”).

No puedo evitar mirar al cielo y comprobar un día más que no cae una gota, que los embalses se secan y que en la última década no se han hecho las inversiones necesarias para aumentar la capacidad de abastecimiento: ni depuración terciaria para el riego, ni trasvases, ni desaladoras ni recrecimiento de presas, ni nada. El campo malagueño, uno de nuestros escasos activos económicos, ya clama por el agua a lo Scarlett O'Hara, de rodillas y con un puñado de tierra seca entre las manos. La responsabilidad es compartida entre el Gobierno y la Junta, y ninguno de los dos ha hecho su parte.

Por supuesto, ninguna entidad internacional vendrá aquí, sino que se irá a Barcelona, como la Agencia Europea del Medicamento; y Cataluña será la propuesta para acoger todas las grandes inversiones industriales, tecnológicas y de I+D en las que el Estado tenga algo que decir. Ni para el Corredor Mediterráneo de mercancías, que no llegará a Bobadilla y Algeciras, y que con suerte se quedará en Almería (y porque al resto de países les interesa mucho tener conectado el granero de Europa). Ni en el Puerto, ni en infraestructuras viarias ni aeroportuarias. Vamos, que aquí no nos va a quedar ni para pipas. Bien pensado, siendo un poco egoístas (igual que lo son los gobernantes catalanes) lo mismo no es tan descabellado aplicar la máxima que acuñó un militar y político español, famoso por sus polémicas cuentas, allá por el XVI: «Al enemigo que huye hacedle puente de plata». Palabra del Gran Capitán.

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