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Estamos a unas horas de que llegue el año 2025. No sé si se han dado cuenta (creo que sí) de la levedad del tiempo, una de las pocas cosas en este mundo que no se puede comprar, y que no es que corra, sino ... que vuela, como dice el refrán que se va confirmando conforme pasan los años. Está compromado que el tiempo es lento y pausado cuando se es niño e incluso joven, pero se transforma en fugaz conforme cumple años; cuanto más se cumplen, menos tiempo estarás vivo (por lo general, claro); lo que parece una perogrullada, a lo mejor no es eso, sino que los meses son semanas, las semanas días y los días horas... «He cumplido tantos años que no tengo tiempo para aburrirme», recuerdo que dijo en una entrañable conversación en Carlos de Haya (donde estaba ingresado) el poeta Jorge Guillén.
Un nuevo año es sinónimo de alegría, sin duda, pero también de reflexión. «Nadie, por mucho dinero que tenga, ni el más rico del mundo, puede comprar un segundo para pararlo», refiere cada vez que puede Julio Iglesias. Lo cierto es que llegado este 2025 se habrá cumplido un cuarto del siglo XXI, lo que no es ninguna tontería, sobre todo para los que vivimos el cambio de la peseta al euro al comienzo de la centuria. Un cuarto de siglo es mucho, y parece que fue ayer cuando los agoreros vaticinaban el fin del mundo nunca anunciado por nadie en sus cabales por el comienzo del nuevo milenio.
Hace ahora un siglo, o sea en 1925, en Málaga se conocieron las medidas propuestas por la denominada 'Comisión de las grandes reformas', con tres grandes ingenieros al frente (Benjumea, Werner y Giménez Lombardo), que contemplaban la creación del Paseo Marítimo, el Camino Nuevo o la urbanización de La Alcazaba, amén del ensanche de gran número de calles y de su acantarillado y ajardinamiento. No son los mismos tiempos, eso está claro, pero no estaría mal hacer algo así pero con un claro sentido estético más que nada, amén de impulsar grandes obras venideras que van a cambiar, sin duda, la visión y horizonte de la capital malagueña: Auditorio, torre del Puerto, Tercer Hospital (para cuándo un nombre, que eso de enumerar es para las películas), y otros posibles grandes proyectos. No sólo hay que impulsarlos, sino hay que intentar que sean bonitos, atractivos... Porque estamos haciendo hoy ya la Málaga del mañana. Aunque no nos demos cuenta. ¡Feliz 2025... !(¡Ojú!).
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