Contra el acoso... ¿al convento?
Vigilantes de la igualdad de género alertan de que las mujeres se retiran de la vida pública ante el aumento de las agresiones físicas y verbales
Seguimos donde lo dejamos hace cuatro semanas... «¿Cansada de ser mujer en 2025?, ¿por qué no te haces monja, entonces?» Titular de un artículo ... de opinión en el muy progresista diario británico 'The Guardian'. Prueba que alimenta la hipótesis de que un fantasma recorre el mundo, el fantasma del monjismo o, mejor, del peligro de una nueva reclusión de las mujeres. Cuando ellas no han llegado ni de lejos a representar en el mundo de lo público el 50% que suponen en la biología, en la humanidad, ven la necesidad de replegarse, de ceder terreno.
Las mujeres, dice este artículo de Emma Beddington, no es que se hayan vuelto religiosas de repente y quieran contraer descabellado (o metafórico, casi mejor expresarlo en estos términos) matrimonio con Dios como la protagonista de 'Los domingos'. Lo que ansían es vivir en una comunidad con sus iguales, en paz y no en defensa propia constante, en permanente estado de alerta. Así que... al convento. Repliegue voluntario, podría decirse... aunque no es tal. Parafraseando a Sartre, el infierno son los demás, pero para las chicas, sobre todo algunos de sexo masculino. Es algo muy fácil de entender después de haber leído los testimonios de las mujeres que trabajaban a la vera de Paco Salazar nada menos que en el palacio de La Moncloa. O la denuncia por presunto acoso sexual presentada contra el líder del PSOE de Torremolinos.
El mismo día que se publicaba el citado artículo de opinión, en el mismo rotativo británico, informaban de que las crecientes manifestaciones de odio, amenazas y acoso que sufren las mujeres dedicadas a la política están asustándolas y alejándolas de la vida pública en la avanzada Suecia de acuerdo con un análisis elaborado por la agencia gubernamental dedicada a evaluar cuestiones de género, que concluye que éste es un gran peligro para la democracia, que no puede ser tal si no participa todo el mundo, mujeres y hombres, sin cortapisas. La seguridad de las mujeres es algo bajo vigilancia en ese país desde que hace poco la líder del partido centrista dimitiera alegando amenazas.
Da igual que se trate de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en un acto en ejercicio de su cargo, o de una activista de Femen que protestaba contra el fascismo: por el mero hecho de ser mujeres les pueden meter mano en público
Poca broma, por tanto, con lo de retirarse del mundanal ruido e irse a un convento, porque esto parece que va en serio y supone un peligro para la democracia. Además, parece que los aleccionamientos y escarmientos a las mujeres van a más. Da igual que se trate de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, cuando se dirigía a un acto en el ejercicio de su cargo, o de una activista Femen que protestaba contra el fascismo: por el mero hecho de ser mujeres les pueden meter mano en público, como así les pasó. Subyace eso que tiene que pensar el acosador: a esto te expones, si no, quédate en casa, donde te corresponde. Aunque esto lo dijo con mucha más gracia y de forma más elocuente la cómica Henar Álvarez el pasado domingo en su imperdible 'Al cielo con ella' en La2: alegaba, efectivamente, que lo que se libra es una lucha por el poder, por quién está en el espacio público. Hay hombres a quienes molesta que estén comenzando a mandar mujeres y tratan de avergonzarlas para que consideren la retirada y la siguiente que aspire a medrar se lo piense mejor y ni lo intente.
No es hora de retirarse, de volverse a casa, de ceder, de callarse o de quitarle importancia. Hay que contraatacar
Lo que hicieron la presidenta mexicana y la Femen manoseada sin consentimiento fue lo correcto, cada cual según el margen de maniobra de que dispone: respuesta contundente apelando a la justicia, en un caso, o diseñando un gran plan antiacoso, en el otro. No es hora de retirarse, de volverse a casa, de ceder, de callarse o de quitarle importancia. Hay que contraatacar.
La brecha que supuestamente se está abriendo en la juventud, con chicas feministas y progresistas y chicos más reaccionarios no se puede saldar con ellas fuera de la escena y ellos otra vez adquiriendo todo el protagonismo. Algo hay que hacer para que, como dijo el coportavoz de Con Málaga, Nicolás Sguiglia, en la última manifestación del 25 de noviembre, el día contra la violencia de género, las mujeres sean libres y los hombres no den miedo. Los partidos de la izquierda dicen que van a comenzar a mirar y a considerar a los hombres blancos que, pobres, se sienten desatendidos, víctimas y sólo apelados por la ultraderecha. A ver si entre todos algo se consigue. El mensaje no puede ser más fácil: ves a esa chica, pues es igualita que tú, déjala vivir como lo haces con los tíos. La solución para las mujeres nunca puede ser la retirada, la rendición, recogerse en ese espacio de confort entre nosotras que nos entendemos y no nos agredimos.
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