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CRISPACIÓN

Mirando al mar ·

JOSÉ MANUEL BERMUDO

Jueves, 10 de octubre 2019, 07:55

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Según el resumen anual de los datos policiales sobre delitos, y fijándonos en el que se ha hecho sobre Marbella, una de las características destacadas por los responsables de la Comisaría es que se ha incrementado la agresividad y crispación que suele darse en muchas ocasiones. Esto quiere decir, entre otras cosas, que hay una mayor tasa de agresiones y malos tratos. También la Fiscalía ha hecho referencia en los últimos días a esta circunstancia, conociendo bien las informaciones que maneja sobre la delincuencia.

Aunque proporcionalmente estos datos se diluyan entre el total de los actos delictivos, lo cierto es que es bastante significativo que los que incumplen la ley tengan una tendencia a actuar con mayor violencia, lo que evidentemente ocasiona mayores daños a quienes actúan con normalidad y son víctimas de estas actuaciones.

La agresividad puede aumentar algunos tipos de delitos, pero puede registrarse también en la vida diaria en actuaciones que no llegan a la responsabilidad penal, aunque lo rocen, pero que alteran la normal convivencia de los ciudadanos. No hay más que asomarse con asiduidad a la actualidad política para observar como ocurre con bastante frecuencia que no hay un momento de respiro en las declaraciones de muchos representantes de partidos políticos centrándose en la maldad de los adversarios, que evidentemente tampoco se quedan cortos cuando devuelven la pelota. Ni que decir tiene que si miramos a Cataluña tendremos que utilizar algunos adjetivos más para calificar una situación que se sitúa en la fractura ciudadana.

Estas situaciones tienen un reflejo en la sociedad, que suele mantener como telón de fondo cualquier decisión adoptada por los gobernantes, sobre todo cuando se asiste a una permanente batalla política sin que llegue a concretarse en la solución de los problemas que afectan a los electores. Pero es solamente una parte de las cuestiones que pueden influir en nuestro comportamiento. También hay que preguntarse de qué manera nos afecta que los programas televisivos con más audiencia estén continuamente machacándonos con conflictos entre personajes que no se cortan un pelo en sus extravagantes comportamientos. Conflictos que muchas veces tienen una creación artificial para alterar el ambiente y dar la caña suficiente para mantener el morbo. Es decir, todo por la causa de captar seguidores, caiga quien caiga y si es con ruido estridente mucho mejor. Bien es verdad que nadie nos obliga a verlos, pero está claro que a mucha gente le va la marcha.

Quizás todos estemos contribuyendo, aunque en algunos casos sea sin intención, a realimentar la crispación en la sociedad, que muchas veces está presente en los actos más sencillos, en las actuaciones más inocentes o solamente en la forma de expresarnos con los demás. Ocurre hasta cuando nos rozamos con otra persona por la calle que hay quien reacciona con enorme brusquedad, como si hubiese recibido una descarga eléctrica, o no digamos en la relación de conductores de vehículos entre ellos o con peatones, cuando a veces salen los mayores grados de agresividad sin ser necesario y sí perfectamente evitable.

Por poner un ejemplo: en los nuevos autobuses que realizan el transporte urbano de pasajeros en Marbella, hay varios asientos destinados especialmente para personas con minusvalía y están perfectamente señalizados. Hay pasajeros que sin tener ninguna discapacidad eligen directamente sentarse en ellos aunque haya otros libres. En más de una ocasión ha surgido algún pasajero, o incluso el conductor, que ha propuesto a quien ocupaba el sitio de minusválido que se levantara para facilitárselo a alguien que lo necesitaba más por su condición física. Siempre hay quien lo entiende y cede el lugar, pero mejor no les doy detalle de la reacción virulenta de otros. Y la crispación absurda dura ya todo el viaje. Quizás nos falta tiempo para reflexionar.

De la crispación en las redes sociales mejor no hablar.

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