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ILUSTRACIÓN: PATRICIA PAZ
LOS QUE CREYERON EN ARCURI

LOS QUE CREYERON EN ARCURI

EL FOCO ·

Hace unos días, la Justicia italiana archivaba casi todas las denuncias de malos tratos hacia sus hijos de Juana Rivas contra él

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Domingo, 23 de febrero 2020, 10:36

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Una noche del verano de 2017, en una habitación de hotel de Granada, un hombre hacía un profundo ejercicio de introspección y se preguntaba si sería verdad que fuera un maltratador. Revivía sus últimos años en una moviola. Era un hombre con afinidad al budismo, con una juventud de izquierdas y pacifista, que adoraba a sus hijos. Creía conocerse a sí mismo pero, aun así, viendo en las televisiones como le acusaban de maltratador, esa noche de desesperación, en la que seguía sin saber dónde estaban sus hijos, con insomnio, se llegó a preguntar si sería un hombre malvado. Había perdido los nervios en ocasiones, claro, pero concluyó que no, que él sólo quería seguir con su vida plácida en Carloforte, cerca de una calita mediterránea, llevando un hotelito con huerta donde los clientes apreciaban las mermeladas caseras que hacía de vez en cuando su ex pareja, Juana Rivas. Quería darle la mejor vida a sus hijos.

Mientras él apenas salía de aquel hotel para realizar trámites judiciales, muchos políticos españoles se lanzaban a defender a la madre de sus hijos, que los había secuestrado, bajo el lema de «Juana está en mi casa». Creían proteger a una huida de un hombre malo capaz de todo. La creyeron sólo por madre y mujer. Y sí, Francesco Arcuri, en este tiempo, ha demostrado que puede casi con todo: con difamaciones, con ataques de troles a la web de su hotel y, sobre todo, con la manipulación de una madre a sus hijos, infundiendo odio hacia él en las visitas a las que ha tenido derecho. Hace unos días, la Justicia italiana archivaba casi todas las denuncias de malos tratos hacia sus hijos de Juana Rivas contra él.

En aquel verano de 2017, políticos y periodistas se dejaron llevar por la emotividad que produce creer proteger a una mujer maltratada, a una madre luchadora. De Susana Díaz a Pedro Sánchez. Ni una indagación sobre el fundamento real de aquellas acusaciones a Arcuri. Es lo que tiene declararse víctima en España en el siglo XXI: sólo hace falta eso para suscitar olas de solidaridad. A un hombre sobre el que pesa una condena, aceptada por él, de meses por maltrato, sin embargo, no se le debe creer nunca. Ni una reflexión sobre si una condena en la que los hechos se producen en una pelea mutua te convierte en un maltratador de por vida. Eso es profundizar demasiado para un pensamiento de pancarta y camiseta. Los periodistas que quisimos ir más allá entonces notamos el desprecio de buena parte de una profesión que se adhiere sin meditar a la última supuesta causa de justicia social que marca esa agenda que te convierte en buena persona. Los mismos que reclaman pensamiento crítico en las aulas muchas veces son incapaces de parar y calibrar si se tienen todos los elementos de una historia. Los mismos que claman contra la polarización te hacen sentir cómplice de maltratadores si pones algún pero a aplicaciones de la Ley Integral de Violencia de Género. Por cierto, en aquel verano de 2017 en el que un padre, solo, en un país que no es el suyo, buscaba desesperado a sus hijos, Vox no había explotado electoralmente. Pero el caso Juana Rivas, a pesar de Arcuri, que nunca quiso politizar su causa, fue una parte importante del caldo de cultivo que hizo posible su irrupción electoral.

Volvamos a esa habitación. A ese hombre al que se le acusa de maltratador. A ese amigo que acude a verle, de aquellos días lejanos en Granada, ciudad que vino después de Londres, donde Arcuri tuvo un restaurante. El amigo recuerda a Francesco aquellos días de la pelea que acabó en condena porque el italiano, contraviniendo el consejo de amigos y abogado, aceptó la pena sin rechistar para poder ver a su hijo Gabriel lo antes posible. Pese a que él tenía también arañazos. El amigo cuenta la tristeza de Francesco después de una noche en la que se peleó con Juana Rivas de madrugada, cuando ella llegó y él intentaba que no despertara al niño y, sí, puede que le echara en cara la hora o el estado en el que abrió la puerta. Ha pasado en muchas parejas. Incluso hay chistes sobre llegadas tardías a casa, eso sí, siempre con el hombre cargado de alcohol. Subieron el tono de voz, se empujaron. No fue una escena muy edificante por parte de ninguno pero eso no convierte al hombre en un maltratador de por vida. Aquellos días de 2017, hubo periodistas y políticos que pedían que un hombre con una condena como la de Arcuri de 2009 no pudiera volver a ver a sus hijos, por el artículo 153 del Código Penal, lesiones comunes. Sin distinguir el maltrato continuado de una pelea ocasional.

Este caso, a pesar de Arcuri, que nunca quiso politizar su causa, fue parte del caldo de cultivo que hizo posible la irrupción electoral de Vox

De nuevo, volvamos a esa habitación del hotel. Francesco Arcuri empieza a sentir apoyo de unas asociaciones que claman por la custodia compartida. En principio, no tiene nada que ver con ellos. No quiere saber de ellos. No desea convertirse en el héroe de ninguna cruzada de 'los hombres'. Y recuerda los días de Maracena en los que frecuentó a Paqui Granados, la asesora del Área de Igualdad del Ayuntamiento que ayuda a Juana Rivas. La misma que esos días anima a su ex pareja a que llore por las televisiones haciendo creer que la vida de sus hijos corre peligro si están con él. Pero está tan solo que accede a conocer a representantes de esas asociaciones. Cuando escucha sus historias de lucha por sus hijos, se siente más acompañado. Y acaban ayudándole.

En aquel hotel, empezó una historia mediática que ojalá se clausure estos días con el archivo de todas las denuncias de Juana Rivas en Italia. Atrás, quedan unos niños destrozados para siempre. Por delante, un Gobierno que quiere legislar sobre la infancia e ignorará como delito la manipulación psicológica de los niños en las separaciones, pese a las consecuencias demoledoras de por vida. Pero esto ya no va de proteger a la infancia, esto sigue siendo una cruzada con pensamiento de pancarta.

Ah, se me olvidaba. Después de aquel verano, Vox explosionó y entró en el Parlamento andaluz de la mano de un juez conocido por sus críticas a la Ley Integral de Violencia de Género. Los politólogos se sorprendieron. Los que seguimos aquello, no tanto.

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