Corros
García-Page se unió en Fitur a tres presidentes autonómicos del PP para jugar al corro de la patata. Justificaron la improvisada reunión por la ... deuda que el Estado tiene con sus comunidades. «Al corro de la patata, comeremos ensalada / lo que comen los señores, naranjitas y limones». Los señores, naturalmente, son los catalanes, y la copla iba dirigida a Pedro Sánchez. Además de pedir naranjitas y limones, la cosa derivó en una dura crítica al PSOE y a los malos tragos que el partido le hace pasar a Page. Los tres populares, como tres reyes magos, se ofrecieron a ayudar al perseguido lo mismo que sus antepasados de Oriente socorrieron al gran perseguido por Herodes.
La charleta de los tres mosqueteros y el D'Artagnan manchego se reproduce cada día en miles de sobremesas. La diferencia es que Page pertenece a una organización -idéntica en eso a otros partidos- en la que los canales de expresión desconocen la luz del sol. Y menos aún permite que las críticas se formulen a coro con adversarios políticos. Page sabe dónde se metió. Ese hecho no cuestiona sus argumentos, que son legítimos (tanto que hasta ayer eran los de su partido), solo cuestiona la forma de esgrimirlos. Y es que el PSOE podrá, antes o después, actuar contra Page, pero al margen de eso debería tomar en cuenta sus argumentos sobre las concesiones al independentismo, no porque sean los de Page sino porque son los de una parte nada desdeñable de votantes socialistas. Unos votantes a los que no se puede convencer con una perorata propia de hooligans a cargo de Bolaños o Montero.
Puede que actúen así confiando en el olvido. En que el paso del tiempo difuminará sus decisiones cuando, según sus cálculos, dentro de tres años el desmemoriado pueblo acuda a votar. Hay antecedentes para avalar esa apuesta, pero nunca antes se había tensado tanto la cuerda. Con todo, la cuestión fundamental no estriba en que Pedro Sánchez esté saltando la comba con sus líneas rojas de ayer o que el proceder de Page sea o no correcto, sino en la profunda desconfianza que el propio Sánchez, y su corro, han sembrado. Nada justifica que a estas alturas confiemos en lo que dicen. Con qué fundamento pueden ser creídos si con la misma contundencia con la que hoy se oponen a unas peticiones del independentismo -referéndum de autodeterminación- se opusieron ayer otras -amnistía, terrorismo light- defendidas ahora con la misma vehemencia con la que antes fueron negadas. Lo triste es que a Pedro Sánchez le puede pasar como a su tocayo y al lobo, y cuando diga la verdad la derecha o la desidia se hayan comido a sus ovejas más preciadas, esas que con sus votos le permiten gobernar.
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