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Más cornás da este hombre

El antitaurinismo, si quiere, que pida la Luna

JESÚS NIETO JURADO

Lunes, 24 de septiembre 2018, 08:34

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El largo camino. La larga marcha en los oscuros años de la dictadura. Luis Miguel Dominguín rojazo, la larga coleta de Pablemos que es antitaurina como pudo ser pascual, heteróclita o revisionista. Los años en Carabanchel que Iglesias no vivió . El 'marcelino' en las noches frías y húmedas que tampoco vivió. La guitarra de Paco Ibáñez, el infarto de Anguita, el Pacto de los Botellines y soltar lo del referéndum de los toros en el programa de Ana Rosa: si para eso último ha quedado la izquierda, vamos arreglados.

Quiere uno decir que Pablo Iglesias, difuminado desde que es vicepresidente tácito y sin la estrella mediática que dicen que tenía, se nos ha vuelto un hacedor de democracias de baratillo. Propuso lo del referéndum sobre las corridas de toros como quien escupe al viento: ni el animalismo que se disfraza con ketchup por agosto lo creyó, pero ahí anduvo Iglesias para abrir la brecha y las heridas. Le contestó Errejón con una madurez insospechada, pues que centró la cosa en que el objeto de la política ha de ser evitar el sufrimiento humano, que el sufrimiento animal es secundario. A veces al populismo lo contesta el sentido común, y quizá ése sea el motor de la Historia. El referéndum de Iglesias y los toros, sí, proclamado con engolamiento; como si votar por cualquier cosa legitimara las causas esas que quieren borrarnos nuestra identidad. Evidentemente los taurinos nos sentimos dolidos, pero eso va en nuestro ADN. Y me siento protegido por nuestro Chapu Apaolaza, que además de columnista de estas páginas es portavoz de la Fundación del Toro de Lidia. Dejó claro Chapu que eso de pedir referendos a celebraciones que están protegidas por la ley equivale a darle a las minorías radicales una mayoría democrática, y que eso es en suma una alteración del sistema. Y si no dijo eso exactamente, fue más o menos lo que yo le entendí. Cierto es que el antitaurinismo puede gemir, puede pedir la Luna, puede recoger firmas para que las becerradas populares se vuelvan unos juegos florales con frasecitas de Paulo Coelho. Yo también quiero recoger firmas para que me hagan una estatua vestido de luces en la puerta de La Malagueta, pero sé que no está entre las prioridades de estos tiempos.

En todo caso, cuando un partido político saca el asunto de la tauromaquia, es claro que la doctrina se le ha gastado. Los taurinos, pues, han reaccionado con sana retranca. Iglesias desprecia cuanto ignora -las dehesas de Extremadura y ese edénico ecosistema, o los toros que pastan entre encinas y alcornoques en los bajos de nuestra Serranía-. A Pablo Iglesias me lo llevaba a Cáceres, donde Victorino Jr., a ver las reses bravas, conversar en torno a la chimenea mientras en la dehesa cae el otoño y el alma siente eso que llaman 'stendhalazo'.

En esta vida se puede ser de todo, animalista, habilitado de clases pasivas, ascensorista, vicepresidenta del Gobierno o torerillo de Benamocarra. Pablo Iglesias puede ser lo que sea, pero que deje de inventarse referéndums antitaurinos y que se ponga a atender su negociado como subsecretario o muleta del sanchismo. España y mi parienta se lo agradeceremos de corazón.

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