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ALFREDO TAJÁN
Viernes, 25 de abril 2025, 02:00
Se ha escatimado una característica fundamental de la personalidad del Papa jesuita Francisco (Jorge Bergoglio) que ahora me confirman amigos y familiares argentinos: su inquebrantable sentido del humor. Tampoco citan como referencia fundamental del Papa de los desfavorecidos a Tomás Moro, el santo canciller de Enrique VIII, el cual, para no salirse de su régimen terrorista, envió al cadalso, por negarse a autorizar su matrimonio con Ana Bolena, previo divorcio con la legítima Catalina de Aragón. Tomás Moro bromeó incluso en el cadalso. Sin ir más lejos, le dijo al gobernador de la Torre de Londres: «Le ruego, señor, que me ayude a subir, porque a bajar ya me las arreglaré como pueda»; Bergoglio leyó a Tomás Moro con esmero durante sus años de formación jesuítica y 'Utopía', el magno ensayo de Moro del que Erasmo de Rotterdam fue uno de los inspiradores, era uno de sus libros de cabecera. No me extraña que lo acusen de izquierdista irremediable, de 'zurdo', como ahora, en la jerga ultraderechista, se adjetiva a los que piensan demasiado en los pobres y en los migrantes. Javier Milei llegó a manifestar que era la viva encarnación del Maligno en el Trono de San Pedro.
Me ha sorprendido que acuda al funeral de su odiado enemigo. «No hay que construir muros para dividir a la humanidad -contestó Francisco a Donald Trump- sino puentes para unirla». Muy lejos de ser un revolucionario, que no lo era, Francisco se limitó a igualar el concepto católico de misericordia con el de solidaridad, tan denostado por las satrapías reaccionarias, no menos sátrapas con las que se dictan desde los púlpitos invisibles de las demagogias populistas quienes lo consideran un hipócrita, sin mirarse al espejo de su «donde dije digo, digo Diego», o a la inversa, «calumnia que algo queda». En realidad, la crisis de nuestro tiempo en parte se basa en que 'los extremeños se tocan', utilizando el título de una obra de Muñoz Seca, fusilado en Paracuellos del Jarama.
Desde mi punto de vista, el prestigio del Papa finito se basa en la coherencia de su pensamiento con sus actos, su austera forma de vida, el intento de conciliación de ese difícil equilibrio, que lo hace inmune a la catarata de comentarios estúpidos que proliferan tras su muerte. No olvidemos que Francisco, de alguna manera, fue promovido por Benedicto XVI, el intelectual Ratzinger, que abandonó su pontificado porque no soportaba las mafias vaticanas. Y entre ambos han logrado resituar una institución que pervive, con todos sus graves errores, gracias a su diplomacia y a su acervo cultural y artístico. Francisco será enterrado en la capilla Paolina de Santa María la Mayor, la basílica que prefiero sobre todas las demás.
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