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En tanto la investidura se nos atraganta una vez más, hemos asistido atónitos a las luctuosas intervenciones de los representantes de Esquerra Republicana y PNV lamentando el resultado. Cuando las minorías más volcadas en el debilitamiento del Estado tan expresamente muestran sus preferencias, la mayoría nacional y constitucional patria más claro tendrá que debe moverse en la dirección exactamente contraria. De otro lado y haciendo balance, está claro que la irrupción de «otros partidos» en nuestro panorama político, lejos de facilitar gobiernos y políticas, ha ralentizado acuerdos y nombramientos. La cuestión no parece que sea facilitar el acceso a la presidencia del Gobierno para los que con escasos apoyos sean efectivamente primera fuerza, porque nadie podrá impedir la inestabilidad. Crear mayorías cuantitativamente fiables es una necesidad práctica, más allá de utópicas sumas sin un programa en común. La empírica incapacidad de Pedro Sánchez para articular una mayoría suficiente es algo que no llegó ni a imaginar cuando decidió impulsar una innecesaria y caprichosa moción de censura. Es verdad que Sánchez supo concitar un sindicado grupo de diputados en negativo para expulsar al Gobierno de Rajoy, pero no contaba ni cuenta con una alternativa para sustituir al ejecutivo derribado.

De aquí al 23 de septiembre puede haber casi de todo; pero si Unidas Podemos cede al fin y se conforma con «ministerios sin contenido», los desencuentros nos han enseñado que tampoco tendremos una duradera estabilidad. Se quiera ver o no, el PSOE y UP son como el agua y el aceite y sus abrazos políticos son avatares impostados. Una cosa es la juntera de estos dos partidos para hacer propaganda y enfrentarse al centroderecha y otra muy distinta coaligarse para gobernar. Cierto es que Sánchez desgranó estas abismales diferencias cuando se decidió a hacer público el veto a Pablo Iglesias. Tengamos presente que el partido morado llegó pidiendo unas Cortes Constituyentes, que su repudio a la figura del Jefe del Estado es mucho más que expresar una preferencia republicana, que considera que los preventivos del prusés son presos políticos, que sus dirigentes y su formación política fueron alumbrados por el chavismo, que, en suma, aunque no lo dicen tal cual, son partidarios de lo que en su día se llamaron democracias populares. Que no, que no hay una posible mayoría de izquierdas capaz de navegar en conjunto. Por eso cabe decir que cuando Sánchez empujó con la moción de censura nos colocó en un espacio sin capacidad de maniobra.

Sánchez ha reclamado y presionado lo más grande con una abstención de Ciudadanos y hasta del Partido Popular. Recordemos que el personaje dimitió de su escaño con tal de no dar su abstención a Rajoy. Pues bien, a pesar de todo ha logrado cierto eco y algunos bienintencionados de todo color se plantean si no sería factible que PP y C's se decidieran a facilitar un gobierno de Sánchez evitando el no a su investidura, eso sí, a cambio de nada, de ningún compromiso. O sea, que de darse el caso, estos dos partidos serían cómplices de la subida de impuestos, de la generalización obligatoria del impuesto de sucesiones, de las cesiones ante los independentistas o un posible indulto... De tantas cuestiones ampliamente rechazadas por los actores cortejados que no parece posible. Por el contrario, y en aplicación de esa solicitada llamada a la responsabilidad ¿se creería alguien que Sánchez otorgara la abstención ante una hipotética investidura de Casado en coalición con C's representando un millón largo más de votantes que el propio Sánchez? ¿A que no?

Las Cortes de diciembre de 2015 sólo dieron para repetir elecciones en junio del 2016. Año y medio después tuvimos moción de censura con apoyo de nacionalistas, independentistas y Bildu, una mayoría capaz de articularse en negativo pero no para aprobar unos presupuestos, lo cual hizo caer también al gobierno censurador. Hoy, con los resultados de las correspondientes del 28 de abril, tampoco tenemos gobierno y como lamentablemente está descartada la posibilidad de generar una mayoría constitucional -PSOE, PP y C's-, lo más aconsejable es ir de nuevo a las urnas. Porque favorecer la llegada de un gobierno débil, minoritario e inestable, es dar paso a una situación que puede producir daños irreversibles a la estabilidad y a la convivencia. Más aún en la gravísima situación actual de desafío al Estado por parte del independentismo institucional catalán. Los españoles no somos infalibles ni siquiera cuando vamos a votar, pero seguro que hemos tomado nota y, como tantas veces hemos demostrado, sabemos qué hacer.

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