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Recordaba la historia del youtuber Kanghua Ren, alias ReSet, un nombre rimbombante para un niñato de 21 años que no distingue entre un tribunal y una reunión de coleguitas donde sus gracietas pueden encontrar algún eco por aquello de que de tontainas está el mundo lleno. No esperaba de él respeto alguno a la justicia, pero sí cierto miedo egoísta a ser condenado a dos años de cárcel. Pues ni eso.

Para los que no se acuerden de la historia, éste era un individuo cuyas mezquindades hubieran pasado bastante inadvertidas si no hubiese contado con una herramienta que le permite grabar en vídeo sus andanzas y mostrárselas a sus seguidores. Se enfrentaba a lo que él consideraba 'retos' y en uno de ellos se buscó como víctima a un mendigo hambriento, al que le ofreció galletas oreo a las que había cambiado el relleno por pasta de dientes para reírse de él, algo que debía considerar el no va más de ingenio. No sólo buscaba reconocimiento, sino beneficio económico. Y lo conseguía porque sus 'hazañas' eran visualizadas por un número suficiente de seguidores como para ganar dinero con ello (los youtuber reciben una cantidad que depende de su número de seguidores y sus visualizaciones). Su reacción después de ser criticado fue borrar el vídeo y ofrecerle al mendigo su compañía por una noche como si fuera un homeless. Por suerte eso no lo pudo grabar y compartirlo con la humanidad. La jueza ha comprobado que su arrepentimiento es de conveniencia, que se debe a que su canal no vale nada y él mismo ha admitido que si pidió disculpas fue para contrarrestar críticas. Toda su defensa se reduce a: «estaba de coña» y «vosotros vais muy a tope con la ley». Aviso: parece que se ha reinventado como comentarista de Fortnite.

Puede que en todo esto influya el hecho de que el nivel de felicidad de la gente se mida en función de los me gusta que acumulan cuando comparten su vida. Y estamos acostumbrados a que todo sea espectacular, desde el ocio y los momentos especiales a nuestra vida cotidiana. Pero no todo es instagrameable, aunque se disfrute mucho, como los pequeños placeres cotidianos. Ese ratito en soledad robado a la mañana con un café y un periódico, acostarte con la sensación de haber aprovechado el día, hacer un esfuerzo y madrugar para hacer deporte y que te guste, las sábanas recién cambiadas, oír la lluvia cuando estás en casa y sabes que no tienes que ir a ningún sitio. Pero eso no vende.

Lo de las galletas no era la primera acción vejatoria, claro. Ya había ofrecido bocadillos rellenos de excrementos de sus gatos a ancianos y niños. Y no es ya que la historia no tenga ni puñetera gracia y que ReSet sea un miserable. Habría que preguntarse en qué mierda de sociedad nos estamos convirtiendo para que haya individuos que se hagan famosos y cobren a cambio de mezquindades y canalladas. Igual no somos tan inocentes.

Sin coñas. Puede que nos merezcamos un poco esa gentuza.

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