¿Nos comunicamos mejor?
Federico Romero Hernández
JURISTA
Sábado, 18 de octubre 2025, 02:00
En nuestra ciudad, parece que la reciente historia de nuestros edificios de correos reflejan la trayectoria de los modos de comunicación. En el periodo de ... mudanza del Parque a la Alameda ha transcurrido un prolongado periodo de deshumanización con nombre de ranchera. ¿Se comunican entre sí las plantas y los pájaros? En mi familia hemos recibido la sorprendente lección que nos han dado las petunias. Sembradas en pequeñas cantidades, casi aisladas, difícilmente prosperaban. Sin embargo, plantadas en abundantes racimos y en obligado contacto, parecen dialogar al mecerse con el viento y mantenerse con un admirable esplendor, agrupadas dentro de la cúpula malva que componen. El silbo gomero imita el trinar de los mirlos a través de la atormentada geografía de la isla, por medio de un singular y entendible lenguaje, capaz de salvar los empinados barrancos y valles que trocean el territorio.
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También los que eran entrañables artífices de comunicación entre los hombres van desapareciendo poco a poco. Viajando por las llanuras de la maragatería leonesa hace unos años, nos enteramos del importante papel que desempeñaban los arrieros, lo que facilitó su importancia y buen nivel económico. Servían de correo entre los vecinos diseminados. En sus acémilas, porteaban pescados y otras viandas que escaseaban por allí, transmitían mensajes y encargos y, a veces hasta oro, pero, en definitiva, eran unos grandes comunicadores en quienes se podía confiar. Aunque los carteros no han desaparecido del todo, cada vez hay menos en servicio, que ya no es cotidiano, y, por tanto, se va perdiendo el calor humano que nacía de una relación continuada que facilitaba que se transformase en amistad. Los modernos servicios de mensajería abundan y casi siempre son eficaces, pero carecen de la empatía natural de la vieja cartería.
Pero no quiero que lo que escribo sea un mero ejercicio de nostalgia cuando nos abandonan las reliquias de la comunicación de los hombres, y de la naturaleza, sino una llamada de atención para el mal empleo de las formidables herramientas que para dicha comunicación se producen en una era que casi la definen. La Inteligencia Artificial conceptúa correctamente la comunicación como «el proceso fundamental de transmitir e intercambiar información, ideas, pensamientos y sentimientos entre personas o grupos para lograr la comprensión mutua. Implica un emisor, un mensaje y un receptor, utilizando códigos (como el lenguaje) y canales (como son el aire para la voz -en el caso del verbal- o la escritura -como el medio escrito-)». Y añade: «para que sea efectiva requiere elementos como la claridad, la empatía y la escucha activa». No voy a entrar a describir o desarrollar cada uno de estos elementos que son fácilmente comprensibles. Me voy a limitar a poner algunos ejemplos actuales que desvirtúan el encaje de la buena comunicación en la 'Era de la Comunicación', ya que es importante retener las imprescindibles cualidades que, para una buena comunicación, suponen su riguroso cumplimiento. Cuando compruebo el estruendo de voces al entrar en un restaurante o un bar, en el que reinan los gritos de los clientes para hacerse oír, convirtiendo el gaznate de los parroquianos en un muestrario de yugulares hinchadas sin que nadie escuche de verdad; cuando observo los rostros de los interlocutores en una conversación y noto que oyen al que habla con una ausencia de empatía e interés y que atienden más a lo que piensan responder que en atender activamente lo que el otro trata de expresar; cuando veo un círculo de adolescentes enfrascados en la contemplación de las pantallas, que solo interrumpen para remitir un mensaje o un WhatsApp, plagados de faltas de ortografía o de chistosos iconos, me acuerdo de la buena literatura epistolar de antaño, de las conversaciones pausadas de las tertulias de patio o de café. La interlocución, máquina por medio, que sería una buena herramienta, se utiliza para ahorrar costos humanos, en detrimento de la fluidez de la palabra, capacidad de matizar lo que se quiere decir o de aclarar malos entendidos
Pero donde de verdad se echa de menos una buena comunicación es en el ámbito político nacional y, a veces, internacional. En nuestro país los discursos de los gobernantes y de los dirigentes políticos suelen ser monólogos dirigidos a sus respectivos seguidores, que justifican las razones de sus respectivos comportamientos, o en la denostación y a veces insultos hacia los contrarios. No los llamo diálogos de sordos porque los sordos intentan hacerse entender. En cambio, los de los políticos, con escasas excepciones, tratan de conseguir adhesiones inquebrantables o votantes, o el desgaste del contrario, cuando de que lo debía de tratarse es de debatir razonablemente sobre los problemas públicos a resolver y que interesan a los ciudadanos. Pero para ello es necesaria la escucha activa y atenta.
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Cada día nos escuchamos menos unos a otros. Y en la 'era de las comunicaciones' y de los GPS, nos comunicamos menos y peor. Puede que todavía estemos en una situación de construir una mejora que las humanice.
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