Comandos de turismofobia
Sin ir más lejos ·
Nada como una ciudad tan tolerante para que el mal gusto campe por las calles con un disfraz barato de libertadSi Juan Imedio y las webs del ligue digital hace tiempo que enterraron aquellas excursiones de los solteros a Plan entre la desesperación y el ... patetismo seductor, la crisis del matrimonio no tiene pinta de que vaya a acabar con las despedidas de soltero. Qué plaga. El ritual gregario de los fines de semana y puentes no es sólo cosa de maduritos con todas las convocatorias agotadas para el registro civil. Los jóvenes recientes también celebran sobre todo esa rareza de que entre ellos haya uno que ha logrado unir dos microsueldos para dejar la casa de los padres. Y lo hacen saber sin importar si despiertan vergüenza ajena, al vecino o las dos cosas. Ellas también despiden a la amiga soltera sin otro tutorial a mano que el de superar con sus diademas de micropenes a los hunos en minifalda. El fenómeno va en alza y no entiende de autonomías, aunque mira al cálido sur para la puesta en escena. No es difícil imaginar las razones por las que Málaga es el pórtico de la gloria de estos nuevos peregrinos y peregrinas a la zafiedad, con sus tutús rosa y sus rellenos bajo la malla. El AVE permite que el aquelarre freudiano empiece nada más subir. Si en el camino de Santiago se habla más de podología que de teología y de ampollas más que de estigmas de santidad, aquí no hay relato. Es sólo la ruta de la horterada que empieza en la cafetería de Atocha con destino a Málaga, con escalas en Almax y facebook. No hay que encargar ningún estudio para saber por qué Málaga. Nada como una ciudad tan tolerante para que el mal gusto campe por las calles con un disfraz barato de libertad le pese a quien le pese, incluso a ese policía incapaz de encontrar qué ordenanza se le puede aplicar a la estupidez en grupo. Ir descamisados, además de borrachos, al camarero se lo pone más fácil: le basta indicar la puerta de salida. Málaga ha visto pasar hordas de todas las civilizaciones, pero sin selfies. Las de ahora salpican todo el año el Centro en una apoteosis ferial sin feria. Las despedidas dignas de tal nombre desafían al civismo. Al candidato socialista a la Alcaldía, Daniel Pérez, le puede su talante conciliador ante las juergas que no saben quedarse en casa. Es partidario de prohibir las despedidas de soltero 'salvajes'. Hay adjetivos y complementos de los que el lenguaje prescinde por economía. Si pedimos vino o cerveza damos por hecho que llevan alcohol aunque los haya también cero cero, pero no existen, aunque uno las pida, las despedidas de soltero con cuarteto de violines y valses, salvo quizás en Salzburgo. El oximoron que pretende el edil -despedidas de soltero ¡cívicas!- plantea una utopía como las corridas de toros sin sangre, las primarias sin navajeo o un festival de cine erótico con visionado previo de largometrajes iraníes. La kermés hortera que empieza en el AVE sólo nos envía un goteo de comandos gritones para calentar la turismofobia local. Nos hemos casado con el turismo, pero este Magaluf prenupcial es demasiado.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión