Secciones
Servicios
Destacamos
Yo no quiero ser «el fantoche que va en romería con la cofradía del Santo Reproche», verso magistral de Joaquín Sabina, perteneciente a su canción ' ... 19 días y 500 noches'. Lo escribo apriorísticamente porque mi artículo de hoy será subjetivo y extraño, y antes de que ustedes me manden a paseo, o a otro sitio maloliente, les advierto que esta entrega literaria breve contiene misiles tierra-aire. Me ocurre en todas las fiestas de guardar, pero sobre todo mi tendencia a gruñir se manifiesta de manera específica en Navidades. No en vano, siempre se tiene parte de razón, nunca la razón entera, aunque existen seres convencidos de lo contrario: son aquellos que están seguros de poseer la verdad absoluta y, además, no suelen escuchar al que tienen enfrente. La ignorancia es muy osada, la sapiencia también cuando se vuelve intolerante, clasista, y encima se jacta de solera aristocrática. Comulgar con aguas de molino, tragarse algunos sapos o plancharse la raya diplomática del pantalón siempre viene bien, de vez en cuando, claro, no todos los días del año.
Saber utilizar el poder no significa ir recordando a todas horas a dónde vamos o de dónde venimos con esa mala leche de salón de té que ya utilizaba el Hombre de Orce, primer homínido europeo, que desde el continente africano cruzó en patera el estrecho de Gibraltar, hace ya cientos de millones de años. Viene esto a colación dada la facilidad con que la estulticia, unida a la falta de respeto y al atropello de la razón pura, se va instalando, sin ir más lejos y con especial énfasis, en los días en que se celebra el nacimiento de Jesús. Hay que estar atento ya que las iluminaciones de gozo por el Gran Natalicio parecen mezclarse, en algunas ciudades, con la procesión de pasos y tronos, que no celebran nada sino al contrario: nos recuerdan que ese niño que nació para nuestra salvación fue precisamente crucificado por aquellos a quienes venía a salvar que, por supuesto, sabían lo que hacían.
Es como si el jueves Santo nos pusiéramos a cantar, qué escándalo, villancicos. Pero es que la chabacanería y la barbarie no tienen contención. Ayer un señor se jactaba de no haber leído un libro en su vida, que nunca lo necesitó, que le aburría leer. Y se manifestaba, no avergonzado ni 'sotto voce', sino a gritos para que los de la mesa de al lado, que es donde me encontraba con unos amigos, nos enteráramos. Al principio supuse que era víctima de la lista de libros que alguna prensa recomienda, pero no, al pensarlo mejor, caí en la cuenta de que no era cuestión de listas ni de listos, era cuestión de brutalismo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.