El extranjero

La cofradía de la bombilla

Domingo, 17 de diciembre 2023, 01:00

La luz posee un componente atávico en su esencia, una atracción que tiene que ver con la era de las cavernas, cuando el fuego y ... las luminarias eran algo de esencia mágica. No importa cuántos siglos llevemos familiarizados con el fuego ni cuántas generaciones hayan convivido con la corriente eléctrica, las luces siguen atrayéndonos como si fuésemos polillas en una noche cerrada. El recogimiento de la Navidad, antiguo reino de las velas y los candelabros humildes, se ha convertido en la explosión más rutilante de fosforescencias urbanas que pueda imaginarse. La gente acude de los barrios al centro de las ciudades o se embarca en excursiones para ir a provincias lejanas en busca de más voltios, de más farolillos, de más cadenas luminosas.

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Parece que estuviésemos viviendo el revés del viejo siglo de las Luces. Aquel fue el tiempo de la razón, este que pisamos parece entregado al de las sugestiones, lo emocional que arrincona el raciocinio y nos devuelve al discurso del estómago, al pálpito de los sentidos más primarios. Los ilustrados buscaban una luz interior para comprender las claves del mundo. Ahora parece que estamos abocados a la parafernalia externa, el cúmulo de faroles ante el que quedar arrobados como viejos cromañones ante la hoguera provocada por un rayo. Ante ese hipnotismo colectivo las ciudades se han entregado a una carrera luminosa en busca de lo más alto del pódium navideño.

El 'Luz, más luz de Goethe' se ha tomado como una disciplina olímpica y los alcaldes encienden sus luces navideñas al modo de la estrella de Belén para que legiones de turistas acudan a su ciudad persiguiendo la acumulación de voltios más insólita que pueda darse. Unos y otros hacen de las bombillas parte de sus señas de identidad. Bueno, casi todos, porque a veces las estrellas confunden el camino de los peregrinos y alguien puede acabar adorando el alumbrado del rival como le pasó a Dani Pérez que hizo piña socialista en detrimento del iluminado malagueño por más que luego tratara de enmendar el deslumbramiento que lo llevó a Vigo, gran rival de Málaga en esto de encender las calles. El concejal pecó de ingenuidad, todo lo contrario que el megalómano Abel Caballero. El alcalde de Vigo vio una grieta en el rival y se llevó a Dani de paseo. Fotos. Uve de victoria. Y le endosó al compañero Pérez la categoría de traidor a la patria. Porque la luz también se ha convertido en una patria. Una patria y un negocio que mueve a la gente a la compra, al turismo, al consumo bajo el reflector festivo. La cofradía de la bombilla presiona, amplía sus límites hasta confundir la alegría navideña con el apagón mental.

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