Cirugía, cáncer y siglo XXI
La medicina humanista encuentra en el paciente oncológico la máxima expresión de su razón de ser conceptual
CÉSAR RAMÍREZ
Domingo, 13 de octubre 2019, 09:50
'No surgery, no cure' (sin cirugía, no hay cura). Este aforismo del siglo XX, que definía la importancia absoluta de la extirpación de los ... tumores de órganos sólidos para poder plantear su potencial curación, sigue vigente hoy en día y enfatiza el alto nivel de responsabilidad que debemos tener los que nos dedicamos a la cirugía del cáncer no sólo para con nuestros pacientes sino también hacia el progreso de la ciencia. En palabras del profesor italiano Umberto Veronesi, padre de la cirugía del cáncer en Europa, hemos ido evolucionando durante el siglo XXI pasando de aplicar a pacientes oncológicos el máximo tratamiento tolerable a buscar abordarlos con el mínimo tratamiento efectivo, y eso se relaciona con la capacidad de asumir de forma definitiva que el cáncer es casi siempre una enfermedad sistémica y global, y no sólo restringida a una zona anatómica. Para ello, ha sido clave el gran desarrollo que han experimentado en los últimos 25 años la quimioterapia y la radioterapia como pilares asociados a la cirugía oncológica, y que ha permitido incorporar el concepto clave de abordaje multidisciplinar y a los cirujanos realizar en un porcentaje creciente de casos intervenciones cada vez menos agresivas y mutilantes, y por tanto más funcionales, que han repercutido no sólo en una mayor calidad de vida sino en unos mejores resultados estéticos; es decir, más quimioterapia y radioterapia y menos cirugía. Y todo esto se ha conseguido con un aumento progresivo e incesante de las probabilidades de sobrevivir al cáncer; así, en los tumores más prevalentes en los cuales además se aplican programas de cribado precoz como los de mama, próstata y colon, se han logrado tasas de supervivencia a 5 años tras el diagnóstico del 89%, 98% y 64% respectivamente.
La creación de los Comités Multidisciplinares de Tumores para tratar de forma individualizada cada caso entre expertos de cirugía, oncología médica, oncología radioterápica, radiología y anatomía patológica dentro de centros de referencia y con profesionales especialmente dedicados y motivados ha supuesto el salto de calidad definitivo en los últimos años. En el Comité de Tumores se discute de forma individualizada el caso de cada paciente y se exige el abordaje desde el más alto nivel de evidencia científica de todos los especialistas implicados para dar una respuesta integrada que va a ser el mejor aval de que un caso oncológico tendrá el tratamiento más óptimo posible. En este sentido, el colegio americano de cirujanos tiene instaurados programas específicos de formación ('fellowship') para que los especialistas quirúrgicos puedan, durante períodos de 2-3 años, entrenarse de forma selectiva en aspectos relacionados con el cáncer de forma global que incluyen investigación básica y práctica clínica quirúrgica y en oncologías médica y radioterápica. Este modelo, que busca la excelencia y que los pacientes con cáncer sean operados siempre por cirujanos dedicados al cáncer y conocedores de todos los aspectos relacionados con el mismo, deberá ser considerado también en Europa en el futuro porque está demostrado que la centralización de los casos y el alto volumen de intervenciones por profesionales de referencia sirven para mejorar los resultados. La cirugía del cáncer debe ser para el cirujano lo mismo que el paciente: una cirugía para toda la vida.
La incorporación de las nuevas tecnologías a la cirugía del cáncer no es sólo una necesidad sino también una realidad, y debe hacerse desde la consideración de dos premisas esenciales. Primero, cuando la medicina basada en la evidencia haya demostrado de forma clara que una tecnología es beneficiosa para el paciente en lo referente a resultados en salud, como ha ocurrido, por ejemplo, con la cirugía laparoscópica y el cáncer de colon que nadie hoy en día discute. Segundo, cuando su aplicación esté justificada desde el punto de vista de la economía de la salud, pues los sistemas sanitarios tienen unos recursos limitados y el concepto de coste-oportunidad implica que lo que gasta en algo ya no puede destinarse a otra inversión en salud. Así, no hay justificación hoy en día para el uso, fuera de un ensayo clínico, de tecnologías sanitarias cuyo coste sea elevado y no repercutan en una mejora clara de resultados para los pacientes, pues se está privando a otros que los necesitan de la posibilidad de tratarse.
Por último, el desafío más importante de la cirugía del cáncer del siglo XXI sigue siendo el valor filosófico del humanismo en este mundo de tecnología, mercado sanitario expansivo y genómica aplicada al cáncer. La medicina humanista encuentra en el paciente con cáncer la máxima expresión de su razón de ser conceptual. Los médicos debemos pensar siempre que no tratamos el cáncer de un paciente sino que debemos abordar los parámetros humanos de cada paciente y tener en mente que vamos a intentar curar y volcarnos con un paciente que tiene un cáncer. La tan hablada y valorada hoy día «experiencia del paciente» en cirugía oncológica debe tener la base del respeto y la confianza del paciente hacia el cirujano y, lo más importante, la dedicación, abnegación, disponibilidad, honestidad y compasión innegociable del cirujano hacia el paciente. De este modo, estaremos enfocados hacia una cirugía del cáncer centrada en el paciente que permita que sigan mejorando las tasas de supervivencia como en los últimos años y que, además, mejoren de forma recíproca los profesionales y sus organizaciones sanitarias.
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