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El circo

En el circo que formamos hay elementos blandos que pueden aplastarnos

Pablo Aranda

Málaga

Miércoles, 11 de abril 2018, 07:33

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Los domadores de elefantes las prefieren hembras porque no es fácil gestionar el celo de un macho. El celo los alborota y con esa trompa ... ya me dirás. Una pequeña manada de elefantes recorría una carretera de Albacete y un hipopótamo cruzaba las calles de un pueblo de Badajoz (y un burro aceleraba en calle Dos Aceras con un coche tuneado). Parecen animales grandes y blanditos así vistos de lejos. En el río Níger a veces abrían la boca y el muchacho que manejaba la barca me dijo que mejor no acercarse más y le pedí que ni se le ocurriese. Una boca grande y desdentada como una vecina a la que mi perro evita asustado. En Uganda un hipopótamo salió del río y ya no se veía tan blandito y me aparté y dos semanas después en ese mismo lugar se comió a un señor que no era yo porque yo estoy aquí, casi entero. Me alegro de estar vivo pero si tuviera que morir prefiero ser comido por un hipopótamo que atropellado por un coche tuneado en calle Dos Aceras. Los hipopótamos son herbívoros pero se comieron a un señor, a lo mejor llevaba los pelos tipo rasta y el bicho pensó que era un puerro gigante. Una manada de elefantes mató en África a una malagueña amante de los elefantes. En el antiguo zoo de Fuengirola, que nada tiene que ver con el moderno y premiado zoo actual, había un elefante que murió porque los elefantes comen hierba y no el papel de aluminio que envolvía los bocadillos de los niños que iban de excursión al zoo de Fuengirola y se los ofrecían al pobre paquidermo, tan lejos de África y tirando de una cadena para que sonase una campana. También había una pantera negra y yo le pregunté a mi padre por qué se llamaba pantera negra si no hay panteras de otros colores, aunque está la rosa.

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