Secciones
Servicios
Destacamos
Mis héroes son los hijos que no tuvieron Scott Fitzgerald y Zelda Zayre, hermosos y malditos, muertos antes de nacer, crisálidas de un tiempo ido, ... emblema de los dorados años veinte neoyorkinos y de la 'joie de vivre' parisina, que el ex alumno de Princeton eternizó en las páginas de una de las novelas fundacionales del mundo contemporáneo: 'El Gran Gatsby', prosa indiferente a los placeres sencillos, tocada de un halo de genial estupidez, cuento de ficción embaucadora, como Zelda Zayre, su mujer, como él mismo. Y el precio fue alto. Jay Gatsby es ese nuevo rico consciente de que vivir era la mejor de las venganzas, el mejor de los desafíos. Francis Scott Fitzgerald, era un bello ejemplar -rubio, ojos celestes, tez de porcelana- del que se enamoraban hombres y mujeres. Scott Fitzgerald escribió su novela más famosa entre gritos y borracheras de Zelda en el Hotel Plaza de la cosmópolis que odia a Trump por su torre de oro, por su oxigenado amarillo capilar, por traspasar los límites de la intolerancia, por su triunfo en estados -cito a Mariano Vergara- «donde aún no ha llegado el tren». Paradójicamente Fitzgerald perfeccionó la redacción de Gatsby e ideó el tremendo atropello bajo los anteojos vigilantes del doctor Ekleburg, desde un anuncio desvencijado, ideó y redactó ese atropello, a miles de kilómetros de distancia de la megalópolis neoyorkina, en la suntuosa Villa América del matrimonio Murphy, bajo el faro de Antibes, en la Costa Azul. Pocos meses después de su llegada a Antibes Zelda y Scott embelesaron a quienes se les cruzaban por el camino, y cuando intimaron con el matrimonio compuesto por Sara y Gerald Murphy, ambas parejas formaron una asociación en la que el intelecto y el dinero hicieron el resto. Y el resto dejó atónitos a los demás, dada la impasible frialdad de los cuatro, su perfección móvil, su escaso instinto de conservación. Dorothy Parker dijo que, aunque cortara el aliento, tanta belleza no debía de ser buena. Zelda escenificó su propia caída cuando ya a nadie le interesaba el Mediterráneo, sino sus figuras reflejadas en los espejos. Zelda se desnudó y desde el promontorio más elevado de Villa América dio un salto mortal que denominó el 'striptease' del adiós. Y efectivamente, lo fue: después de aquel derrumbe su cabeza empezó a fallar. Mientras tanto, 'El Gran Gatsby', publicada en Scribner, gracias al editor Maxwell Perkins, cosechaba un demoledor éxito crítico: Eliot comparó a su autor con Henry James, Wharton la elogió, al igual que Stein o Joyce, e incluso la celebró un tal Hemingway. «He sido víctima de mi estéril e insoportable talento que es mi sombra y mi desdicha». Pero por esta novela, Francis, valió la pena.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Tres días de desfiles de Moda Norte en Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.