Cundía en el ánimo la impresión de que, después del espectáculo de circo practicado por Alberto Casero en su error en la votación de la ... reforma laboral, con dos diputados misteriosamente seducidos por un lanzador de huesos de aceituna para votar en contra, las aguas populares iban a calmarse en una búsqueda directa de tranquilidad, brío y consuelo. Pues nada más lejos. En solo unos días y tras un error de cálculo que podría considerarse inaudito en la historia democrática de nuestro país, el PP se colapsa y se descabeza, mostrando de paso lo peor de la política y de las personas que la integran a la vista de todo el mundo. El resultado ha sido humillante. Ahora, en el PP, nadie quiere quedarse en el bando perdedor y los mismos que hace muy poco tiempo se desgañitaban para apoyar a su presidente hoy le dan la espalda para poder seguir teniendo una butaca en la que sentarse. La condición humana de la clase política queda al descubierto.
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Esta ha sido la historia de un cazador cazado. El intento de desactivación de Isabel Díaz Ayuso se le ha vuelto en contra como un bumerán, como cuando una bomba estalla en las manos del que quiere explotar algo con ella.
Más allá de envidias políticas y traiciones del que fuera su mentor, en el trasfondo de esta historia hay un hecho muy grave, y que reside en la comisión que ha cobrado el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid por la venta de unas mascarillas en el peor momento de la pandemia. La cantidad embolsada por el hermano oscila entre los 55.850 euros reconocidos por ella misma y los 300.000 euros que argumentó Casado en su intervención pública. Pronto será la Fiscalía la que termine la investigación que ha emprendido, y podría darse el caso de que la Justicia diera la razón a Casado y castigara a Díaz Ayuso por este contrato inmoral. En su momento, muchos pensamos que el enriquecimiento voraz que se produjo durante la peor ola de la pandemia fue impresentable, y es reprochable que encima sea un familiar directo de un alto cargo quien haya cometido esta inhumana bajeza. Lo que resultaría sorprendente es que la presidenta autonómica pudiera salir indemne de esta situación. Me acuerdo de las palabras de Donald Trump cuando decía que podría ponerse a disparar a gente por la Quinta Avenida de Nueva York y no perdería ningún votante. Lo que queda de todo esto es la gran pregunta de por qué al Partido Popular le cuesta tanto separarse de la permanente sospecha de corrupción.
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