No era caza menor
Sánchez, un furtivo en el Parlamento, se ha cobrado una pieza mayor tan resiliente como él mismo
Los grandes cambios y las transformaciones de combustión lenta, los vuelcos sociales y políticos de calado tardan mucho en darnos el balance neto de avance ... o retroceso, los mojones útiles para no perdernos en nuestra historia. Más extraños y difíciles de clasificar son los cataclismos exprés, los terremotos políticos a la catalana que dejan el mapa político cuarteado, los sondeos irreconocibles y la incertidumbre como menú del día al gusto italiano. Ni los diputados más revirados vieron venir el peligro apostados en el escaño o en la sede del PP., epicentro hasta el viernes de un mundo que se derrumba. El arte de lo posible se tornó en la suerte inesperada de quien se arriesgó a lo muy improbable, hasta transformar la limusina oscura en el que el expresidente dejó el Congreso en coche fúnebre entre aplausos de los suyos. Dentro no valieron ni las dentelladas sarcásticas ni los colmillos retorcidos de los que pensaban que la cosa iba de otro intento de caza menor con picnic, obra de aficionados ruidosos con pobre munición y pésima puntería. Nadie pensó que habría cartuchos letales para casi todos, como en la película de Saura. Hay dramas que empiezan con aires de comedia. Sánchez, un furtivo en el Parlamento, se ha cobrado una pieza mayor tan resiente como él mismo y que ha estado demasiado tiempo huyendo en círculos, incluso cuando el fango de los escándalos se ponía más espeso y la cuerda de presos no tenía fin. Confundir la inédita nueva mayoría con una jauría ladradora pilló a Rajoy tan bloqueado que prefirió no agarrarse al matojo de la dimisión para esquivar el precipicio. Antes de caer ya estaba en un restaurante, abatido por el fuego amigo. Nunca pensó que los cinco cazadores del PNV prestarían a Sánchez una posta de plata capaz de una tacada de liquidarle a él y de dejar tocado del ala a Rivera. La política no es sólo viento demoscópico a favor y teatro. Es también cacería al acecho, sobre todo cuando el dinero de alguna sobreactuación con trampa para osos seguirá en el morral. Los Presupuestos no eran garantía de respeto a la veda. El tacticismo amarrategui no iba a dejar escapar una liebre oportunista con forma de moción. La política española, hace una semana, era un bucle con remolinos y el Presupuesto la había dejado como ese pantano casi lleno que hace dos meses estaba medio vacío. El fango del fondo no preocupaba y los sucesivos diluvios judiciales se oían como quien oye llover. A veces todo es meteorología incierta, y basta implorar al santo de la aritmética variable sin demasiados fieles ni convicción para que el Parlamento ordene el diluvio purificador. No hubo ni que organizar procesión. Fue invocar la moción y la riada arrastró a Rajoy y el pesado equipaje del PP. La izquierda mira ahora catálogos imposibles para la casa común. Sánchez está ya en la Moncloa e Iglesias llama a la puerta. Nunca llegar al palacio del poder hizo menos ruido que un chalet de ministro.
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