Un café con aroma de William Levy

El deseo de las madres y de las señoras es poderoso y no se puede despreciar. Entre el público presente en el plató no se podía distinguir ni a un solo hombre y el presentador, que de forma inevitable era Pablo Motos, dijo que, de haber atendido a todas las solicitudes, habrían tenido que grabar el programa en un estadio. Por lo visto hubo que modificar el protocolo de seguridad. Desde las casas, a kilómetros de distancia, la entrevista causó una movilización mucho más intensa que la de Uri Geller doblando cucharas.

Las señoras con Netflix y algunos maridos atraídos por eso tan adictivo que tienen los culebrones con buenos paisajes andan con un enganche importante a esta serie que se llama 'Un café con aroma de mujer', título que ya de por sí resulta engañoso porque traspasa en una sola frase dos fronteras: la de la cursilería y la de la obscenidad, como si se tratara de una intimidad atravesada, a la que hay que añadir un sentimiento disconforme cuando se descubre que lo ideal sería que el café oliera a café.

La entrevista no brilló por su contenido. Hay hombres que lo tienen muy fácil para seducir. Esta serie ha triunfado por el amor. Aplausos. Un hombre que le regala a su mujer una foto conmigo es un hombre seguro de sí mismo. Aplausos, míos también. Casi todo lo que dijo este hombre había que responderlo con aplausos. La entrevista no sirvió para conocer más al personaje. Consciente de este hecho, la periodista Mercedes Milá, también madre y señora, ha criticado que el entrevistador jamás debe hablar con un personaje antes de la entrevista, porque se la carga, que puede ser verdad, y ha afirmado que a ella William Levy le parece el hombre más guapo no del mundo, sino del universo, añadiendo en la ecuación a los astronautas que puedan estar en una estación espacial y a los posibles extraterrestres, que es verdad que pocas veces nos ha salido uno guapo. Acaso David Bowie.