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Es posible que el lector recuerde un cartel que en la década de los setenta se puso de moda en algunos círculos. Se trataba de una imagen en blanco y negro del rostro de Cristo con una leyenda que ponía: 'Se busca, recompensa la eternidad'. A renglón seguido se ofrecía una descripción: «Jesús de Nazaret, galileo, 33 años, tez morena; barba y cabello al estilo hippie, cicatrices en las manos y en los pies. Se acompaña de leprosos, mendigos, perseguidos y una banda de doce incondicionales. Escandaliza a las masas con frases revolucionarias como 'amaos los unos a los otros' y 'perdona a los enemigos'. Si lo encuentras, sigue sus huellas».

Hace unos días alguien afirmaba seguir a Cristo pero no a la Iglesia. Esta manera de posicionarse en la vida, además de ser legítima, da qué pensar porque esta persona conociendo las páginas incendiarias del Evangelio y suscribiendo el mensaje de Cristo, sin embargo, a tenor de sus declaraciones, no lo reconocía en sus seguidores, en la comunidad de creyentes, en la Iglesia. Ante esta realidad y buscando la coherencia entre la vida y la fe en los cristianos se podría completar el cartel de 'Se busca' con otros perfiles buscados: se busca creyente coherente y auténtico, con sed de Dios; se busca madre con fe en la vida y la familia; se busca anciano con mirada transparente y voluntad indestructible; se busca padre honorable que transmita la fe a su familia; se busca gente que construya comunidades cristianas acogedoras, hospitalarias, cercanas; se busca anciana con conciencia desarrollada, nutrida y sana; se busca consagrada abierta a la fraternidad y al misterio de Dios; se busca parroquia tranquila, alegre y abierta a la sociedad; se busca maestro de verdad entera, camino seguro y vida limpia; se busca niño feliz que enseñe a los adultos el camino de la verdad, la pureza y la libertad; se busca sacerdote con menos tecnología en las manos y más perdón en su corazón; se busca testigo de la resurrección de Cristo que muestre cómo le ha cambiado la vida el encuentro con el resucitado; se busca maestra de oración que ofrezca experiencia de Dios; se busca voluntario que bese las llagas de la pobreza y la miseria; se busca cofrade de fe con sonrisas de corazón, sin filtros opacos o hipócritas; se buscan hombres y mujeres que sean evangelios vivos y seguidores del Nazareno.

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