Bienvenido Míster Sánchez
Desde el balcón, Pepe Isbert repartía prebendas a los ciudadanos agolpados en la plaza del pueblo. Al oído, Manolo Morán reforzaba las palabras del alcalde ... del pueblo. Ahora, catalanes y vascos le reclaman al presidente Sánchez las prebendas con las que satisfacer sus necesidades, o sus ambiciones. A Pepe Isbert le pedían una máquina de coser, una vaca, cosas para ir tirando. Amnistía, condonación de deudas, rodalías, control total de los impuestos, piden los nacionalistas que han hecho posible la investidura de Pedro Sánchez. Lo que no se sabe es quién está subido ahora en el balcón, si Sánchez o los que piden, y eso, que parece una broma, es lo que tiene preocupados a muchos ciudadanos. Ciudadanos que ni se han vestido de flamencos ni se han desbocado como animales para ir a quemar contenedores en los alrededores de la calle Ferraz. A aquellos ciudadanos les preocupa la concesión excesiva, el regalo improcedente. El abuso. En definitiva, que no se distinga quién está en el balcón ni quién anda disfrazado, si Pedro Sánchez o los que le tiran del pico de la chaqueta pidiendo lo suyo.
El vocerío no ayuda a distinguir cuál es el fondo de la situación. Los americanos pasaron de largo por el pueblo de Pepe Isbert y los pobres habitantes de aquella malograda villa hubieron de resignarse a volver a la tristeza del día a día, ya sin el tractor, la vaca lechera o la máquina de coser que los iban a sacar de la medianía. La gente de Puigdemont -por mucho que desde el interior de Cataluña los independentistas puros consideren que el president ha claudicado-, de Junqueras, de Otegui o del PNV ya ha dejado claro desde el balcón del Congreso que no se van a conformar con palabras y piropos. Esta vez no van a consentir que los americanos pasen de largo. El Manolo Morán de la película, burlador, amigo de componendas y pícaro, no tiene lugar en el guión escrito por los nacionalistas. Incluso los canarios y los gallegos quieren dejar de ser figurantes en la película que empezó a rodarse el pasado jueves.
Habrá que dejar que corran los días. Abandonar la prosopopeya y la grandilocuencia por parte de todos. Dejar de hablar de golpe de Estado y dictadura ante la indignación que han generado el zigzagueo y las renuncias morales de Pedro Sánchez. Devolver a las palabras su sentido real y dejar de vender humo disfrazado de buenismo. No somos aquellos ingenuos habitantes de Villar del Río, el pueblo de 'Bienvenido Míster Marshall', a los que les nublaron la mente con cuentos chinos. No esperamos que nos regalen una vaca lechera ni un tractor, solo que nos traten como a ciudadanos medianamente maduros.
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