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En 1989 pasaron tres cosas importantes: la caída del muro de Berlín, las protestas de los estudiantes chinos que acabaron en la matanza de Tiananmen y el estreno de 'Amanece que no es poco'. Los chinos se han revuelto 31 años después. A ver si va a servir para algo el coronavirus y la muerte del médico Li Wentiang, que junto a otros advirtió en diciembre de que había algo tan gordo como el SARS. Es el esquema de una película de catástrofes de los años 70. No sé, yo cerraría las playas porque parece que hay un tiburón. ¡Pero si está empezando la temporada de verano y llegan los turistas! De eso, nada. Creo que va a haber un gran terremoto en Los Ángeles... ¿Pero qué dices? Aunque pasaba en un país democrático como EE UU. En China son de otra pasta. De arroz. Al pobre médico le obligaron a escribir una carta en la que prometía no extender más rumores. Pero como nos cuenta el corresponsal Zigor Aldama, lo de «queremos libertad de expresión» se convirtió en una consigna en las redes sociales.

En China tienen una cosa que suena a la Inquisición llamada Comisión para la Disciplina que va a poner orden ahora que hasta el Tribunal Supremo ha criticado el castigo de la policía local a Li. El exceso de información puede ser catastrófico para la histeria; la falta de información lo es más. Por eso todos los que han visto la serie 'Chernobyl' (la ficción ayuda tanto como desayuda) ven el patrón de un país comunista que oculta el peligro.

Pero todos estamos a dos pasos de una catástrofe (como estamos a dos decisiones malas de acabar en la calle). Ahí esta el desprendimiento de tierras en un vertedero de Zaldivar sobre la A-8. A la desaparición de dos personas se une el amianto al que estuvieron expuestas medio centenar. Entre Aberfan y Chernóbil a pequeña escala. No somos nadie. Ni nada. Pero hemos conocido al pangolín.

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