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Banderas de nuestros padres

Banderas de nuestros padres

Andalucía debe jugar de nuevo un papel fundamental en el diseño del futuro territorial del país. Al igual que entonces, no queremos ser más que nadie, pero que nadie quiera que seamos menos

JOSÉ LUIS RUIZ ESPEJO. SECRETARIO GENERAL DEL PSOE DE MÁLAGA

Domingo, 3 de diciembre 2017, 10:02

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En 1977 yo tenía apenas 11 años y los recuerdos que tengo de la situación política de aquellos años son sobre todo los de mi padre, cuando llegaba a casa y comentaba las asambleas y las movilizaciones a las que asistía en defensa de los derechos de los trabajadores y también de los derechos de nuestra tierra.

Sin duda, mi padre, junto con otra serie de circunstancias, influyó en mi pronta toma de conciencia política, que me llevó a militar en el socialismo y a considerar la defensa de la igualdad y de las libertades sociales como una de las principales banderas que toda persona debe ondear.

Este mes de diciembre se conmemoran 40 años de las manifestaciones que se celebraron en toda Andalucía para la defensa de esos derechos, en aquel caso a favor de un autogobierno real para nuestra tierra y para evitar que la derecha económica y política volviera a marginarnos, esta vez en el nuevo diseño territorial que estaba configurándose en la naciente democracia.

No eran años fáciles y la lucha por los derechos reprimidos durante una larga dictadura comenzaba a brotar a borbotones. Málaga era una provincia combativa, donde se sucedían las reivindicaciones y las protestas, sobre todo obreras, que se iniciaron a principios de los años 70 a pesar de la fuerte represión gubernativa.

Intelhorce y Citesa son nombres de empresas cuyos trabajadores protagonizaron grandes movilizaciones, o la huelga de la construcción de 1975, secundada por más de 10.000 obreros. Durante 1977 la conflictividad obrera y la movilización política alcanzaron cotas nunca vistas con la legalización de los partidos políticos y las centrales sindicales. UGT y CCOO celebraron sus asambleas provinciales y las elecciones generales de junio trajeron consigo una dinámica y agitada campaña electoral por toda la provincia donde se sucedieron mítines y asambleas. Destaca también en ese año la gran huelga de la hostelería en agosto, con un paro que alcanzó casi el 95 % del sector y que acabó con numerosas detenciones de dirigentes sindicales, según se refleja en la exposición inaugurada esta semana en el Archivo Histórico Provincial sobre los acontecimientos de aquellos días.

En ese contexto, la recién creada Asamblea de Parlamentarios Andaluces convocó en todo el territorio manifestaciones unitarias de las fuerzas políticas para el 4 de diciembre, con el fin de reclamar un autogobierno igual al de las denominadas comunidades históricas, movilizaciones que iban a estar encabezadas por la bandera blanca y verde de Andalucía.

Málaga protagonizó aquel día una de las grandes manifestaciones de su historia, con una asistencia cifrada en las crónicas de entre 150.000 y 200.000 personas, un dato que demuestra a las claras la conciencia autonomista y la trascendencia que los malagueños y malagueñas otorgaban a aquellos momentos.

La manifestación, por todos es sabido, acabó en graves disturbios después de que el joven Juan Manuel Trinidad Berlanga intentara colocar una bandera andaluza en el balcón de la Diputación Provincial, a lo que se había negado previamente el presidente de la institución, Francisco Cabezas. Varias personas fueron heridas de bala y como consecuencia de una de ellas cayó asesinado el joven sindicalista Manuel José García Caparrós, acontecimiento trágico que nubló una jornada que debía haber sido festiva y cuya memoria obliga a que el Congreso de los Diputados haga públicos de una vez por todas los datos de las actas de la comisión de investigación que se creó para poner luz sobre los hechos y que guarda en la Cámara.

García Caparrós fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 2013, en un acto en el que nuestra tierra reconocía por fin institucionalmente la sangre derramada por la autonomía. El malagueño Antonio Banderas leyó un emocionado discurso en el que reflejaba lo que todos sentimos cuando rememoramos aquellos acontecimientos: «Manuel José García Caparrós había pasado del blanco y verde de la mañana al negro eterno de lo irreversible. Había caído abatido por un disparo que hizo diana en el corazón de todos los andaluces, tiñendo de dolor a un pueblo que minutos antes cantaba ilusionado el inicio de un camino hacia un futuro que habría de salvar obstáculos, momentos claros y oscuros, vicisitudes, pero que estaba rodeado de esperanza».

La trascendencia de lo que sucedió el 4 de diciembre de 1977 en Málaga fue clave para conseguir el autogobierno andaluz, y tengo claro que sin aquellas movilizaciones no hubiera sido posible el 28 de febrero.

Hoy, cuando España se ha topado abruptamente con el nacionalismo excluyente, Andalucía debe jugar de nuevo un papel fundamental en el diseño del futuro territorial del país. Al igual que entonces, no queremos ser más que nadie, pero que nadie quiera que seamos menos.

Ahora, en este momento clave, los socialistas levantamos las dos banderas que presidieron aquellas manifestaciones de 1977, la de la igualdad, y la blanca y verde, para que nuestra voz se siga escuchando, clara y firme, reivindicando un modelo justo de financiación que garantice nuestro desarrollo y un Estado edificado sobre los cimientos de la equidad entre los diferentes pueblos que conformamos la hermosa realidad que es España. La cohesión y la solidaridad territorial deben prevalecer por muchos cambios que se pretendan llevar a cabo en el modelo.

Las banderas de nuestros padres son hoy las nuestras. Mostrémolas con orgullo y defendámoslas con pasión. El futuro de Andalucía depende de ello.

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