La atención como recurso escaso

JOSÉ M. DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ. CATEDRÁTICO DE HACIENDA PÚBLICA DE LA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA

Domingo, 2 de noviembre 2025, 01:00

Las tecnologías de la información y la comunicación, y la digitalización, como proceso general, han tenido efectos disruptivos sobre las bases del sistema económico y ... social. Han aportado eficaces canales de comunicación inmediata de alcance mundial, han multiplicado la capacidad de procesamiento de datos e imágenes, y, entre otras aportaciones, han posibilitado el acceso a inagotables fuentes de información. Los avances tecnológicos han abierto las puertas a nuevas formas de organización, producción y distribución de los bienes y servicios, dando paso a importantes incrementos de productividad.

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Pero no todo son parabienes. La inmersión en la era digital no está exenta de peajes. La alteración de las rutinas de descanso, la difuminación de la frontera entre el ámbito personal y el profesional, el imperio de la inmediatez, el declive de los entornos para la concentración y la reflexión individuales, o la tendencia imparable a tratar de simultanear tareas son, entre otros, ejemplos de efectos colaterales negativos. Por no hablar de la denominada 'podredumbre mental' ('brainrot'), descrita por The Economist en los siguientes términos: «Vídeos cortos sin sentido, lo suficientemente estimulantes como para mantenerte mirando, como si fueras un zombi, sin llegar a ser tan aburridos como para que apartes tus monetizables ojos de la pantalla».

En este contexto, cabe señalar que un recurso hasta ahora soslayado, inadvertido o, simplemente, descontado, la atención, tiende a mostrar su verdadera trascendencia y reclama su lugar entre los factores de producción tradicionales, el trabajo, la tierra y el capital. Tanto es así que incluso ha surgido un nuevo campo dentro del análisis económico, el de la Economía de la atención.

La atención es un bien escaso que no admite ser compartido entre varias acciones simultáneas

Sin embargo, ya en 1971, Herbert Simon (Premio Nobel de Economía 1978), de manera premonitoria, había escrito que, cuando la información abunda, la atención se convierte en un recurso escaso: «En un mundo rico en información, la abundancia de información implica la escasez de otra cosa, la de aquello que consume la información. Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de sus destinatarios. Por lo tanto, la abundancia de información genera una pobreza de atención y la necesidad de distribuir esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla». La atención es, ciertamente, un bien escaso, que no admite, salvo riesgo de deterioro patente, ser compartido entre varias acciones simultáneas.

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En un estudio reciente, George Loewenstein y Zachary Wojtowicz aportan argumentos sobre la relevancia de la atención: i) esta se ha convertido en uno de los recursos más fundamentales que limitan tanto la producción como el consumo en la economía moderna; ii) tener en cuenta la atención resuelve muchos enigmas pendientes en la teoría económica; y iii) sin una comprensión firme de su papel, la ciencia económica no estará preparada para lidiar con los efectos de la inteligencia artificial y otras tecnologías novedosas que funcionan, esencialmente, para aumentar, absorber, redirigir o reemplazar la atención humana.

Utilizan algunas metáforas para ilustrar el uso de la atención. Una de ellas es la del cuello de una botella, que limita la velocidad a la que el líquido puede salir en cualquier momento, pero todo el contenido de la botella acabará pasando por él. Por el contrario, la atención implica necesariamente un proceso de selección: algunos datos pasan, pero muchos se pierden. Otra metáfora concibe la atención como un foco que ilumina determinados estímulos y deja otra información en la oscuridad. Una variante presenta la atención como una lente de zoom con un ancho que puede variar dependiendo de la tarea a realizar. En suma, se resalta la noción de que las personas tienen cierta capacidad para dirigir el foco —y potencialmente también la amplitud— de su atención.

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Loewenstein y Wojtowicz sostienen que comprender los factores determinantes de aquello a lo que las personas prestan atención ayuda a explicar una amplia gama de fenómenos actualmente apremiantes, como por qué la explosión de información disponible gratuitamente originada por la llegada de Internet no ha dado lugar a una sociedad mucho mejor informada.

Finalmente, como señala The Economist, la atención es un recurso que no está cubierto por derechos de propiedad: «la extensión de smartphones y de redes sociales ha creado un mundo en el que es mucho más fácil robar». ¿Puede alguna cosa devolver la atención a sus propietarios?, se plantea. Algunas pautas son recomendables. Por ejemplo, antes de empezar una clase, además de imprescindible, y altamente gratificante, es sumamente efectivo desconectar el teléfono móvil y guardarlo en la maleta.

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