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Los atajos

El extranjero ·

El emparejamiento desigual de IU con Podemos ha sido la espoleta

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Jueves, 26 de octubre 2017, 10:00

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Moreno Brenes deja el Partido Comunista. Ha llegado a una encrucijada a la que otros muchos se enfrentaron antes que él. Democracia o comunismo. Antes demócrata que comunista le ha venido a decir a Ana Pérez-Bryan en estas páginas. El sueño socialista que se culminó hace ahora un siglo en Rusia desembocó justamente en lo contrario de aquello a lo que aspiraba. Gulag, Lubianka, purgas y privilegios para una casta dominante a cambio de libertad, igualdad y paraíso obrero. Es necesaria una honestidad de fondo para reconocer que ese no es el camino. Para apearse de un proyecto social en el que se ha ido lo más intenso de la vida. A Brenes se lo han puesto más fácil, o más difícil, depende de cómo se mire. El emparejamiento desigual de IU con Podemos ha sido la espoleta.

El ya exmilitante del PCE le reprocha a Alberto Garzón que hable de cosas que no sabe, que sea poco riguroso. Eso es algo común en los políticos. Como muchos tertulianos, parecen llamados a conocer y opinar de cualquier suceso que ocurra en el planeta Tierra o de cualquier periodo histórico de la humanidad. Es normal que caigan entonces en el lugar común o en el error. Y poco o casi nada se les tiene en cuenta porque el ruido de hoy tapa el de ayer. Y se improvisa. Y se usa un flagrante reducionismo. Para abreviar, para tomar un atajo intelectual. Siguiendo esa tenebrosa derrota, desde las filas de sus ya exsocios han podido llamar a Moreno Brenes fascista. Igual que se lo han llamado a Serrat o han bautizado como traidores a Juan Marsé, a Isabel Coixet o a personas de izquierda que no han cumplido los preceptos adecuados. Así Stalin iba borrando a sus excolaboradores de las fotografías. Borrados, fusilados, proscritos. Fuera del pensamiento exclusivo que el momento requería.

Porque todavía hay algo peor que el reproche -el de la ignorancia- que Brenes dirige a Garzón. Es el de la mentira consciente. Y eso lo están usando de modo escandaloso muchos dirigentes de Podemos. Subvierten la historia, propalan falsedades y amañan la información haciendo gala de un penoso populismo para lograr unos objetivos inmediatos. Frente al convencimiento casi místico de los soberanistas, estos políticos morados, con Pablo Iglesias a la cabeza, están empeñados en tergiversar la realidad, pero no lo hacen por olimpismo. Buscan un rédito inmediato. Creen haber encontrado una grieta en el edificio constitucional y la van a minar todo lo que puedan presentándose como alternativa. Régimen del 78, bloque monárquico, el demócrata Puigdemont. Todo les vale en su afanosa búsqueda de votos. De poder. Del mismo modo que esa empresa malagueña que fabrica banderas -igual les da que sean nacionales, esteladas o del Real Madrid porque lo que importa es la cuenta de resultados- en Podemos muchos de sus dirigentes sólo atienden a la taquilla. Llamar fascistas a quienes defienden la legalidad va en el presupuesto. Lo de menos es la verdad. Lo de más el atajo.

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