La asombrosa leyenda del gay hetero
Cómo me gustaba aquella leyenda urbana del tipo con pluma al que señalaban como un tapado hetero. Siempre aparecía como el mayor conquistador. Contaban que ... usaba sus ademanes femeninos para adentrarse en las confianzas amistosas de las chicas como un caballo de Troya emocional. Se suponía que ellas bajaban la guardia ante un hombre inofensivo y de pronto -¡zas!- él sacaba la artillería del 'yatusabes'. En otra variante de la historia, el protagonista usaba el ardid de confesarle a ella que tenía dudas sobre su identidad y ella le ayudaba a aclararlas, con lo que quedaba encamado 'a nouveau'. También interpretaban que a las chicas les suponía un reto y que todas -sobre todo las más guapas a las que solo él tenía acceso-, se veían ante el desafío de un hombre que no caía rendido a sus pies y ponían su empeño en conquistarlo. Al gay-follador, tan asexuado, resulta que le salían fuegos artificiales de la bragueta como para la exhibición de la pirotecnia Caballer en la Semana Grande de San Sebastián. Ante la noticia de que el género se va a poder autodeterminar sin más necesidad que rellenar un cuestionario, solo escucho que la gente se va a hacer mujer para poder colarse en los vestuarios de las señoras a ver culos y tetas, y no hay color.
Sí que la ley abre la posibilidad a situaciones interesantes por esdrújulas. Se quejan las lesbianas de un caso singular. Pongamos que un hombre se declara mujer y automáticamente se convierte en mujer trans, pero de su masculinidad solo ha perdido el título de caballero. También le siguen gustando las mujeres. A primera vista, es un hombre con pene que ahora se denomina mujer trans lesbiana y busca una relación con una lesbiana. Según las asociaciones contra el borrado de la mujer, el problema surge cuando las lesbianas no muestran querencia hacia esa otra mujer trans lesbiana por el evidente obstáculo genital del pene. El generismo las persigue por tránsfobas y en general las señalan como peligrosas TERF (Feministas trans-excluyentes). Quieren convencerlas de que el pene está en su cabeza casi como los que las metían de nuevo en el armario a empellones. Así es como la homofobia se terminó dando la mano con el nuevo feminismo y no me pregunten cómo, pero ha sucedido.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión