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Asesino Ternera

Asesino Ternera

Aunque el tiempo pase y con él pasemos todos, la sangre de los inocentes perdurará en los campos, los ríos y las calles, para siempre. Aunque el tiempo pase, la conciencia y la historia quedarán para contar el dolor, cuánto dolor nos hizo temblar

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 19 de mayo 2019, 10:06

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Sin remisión, los acontecimientos llegan inexorables, Josu Ternera ha sido detenido. El nauseabundo tufo de un asesino de niños y adultos llega hasta cualquier referencia de esta noticia. No hay ninguna causa o circunstancia ni remotamente que pueda justificar los crímenes sangrientos que este dirigente del terror cometió, planeó o ayudó activamente a perpetrar. Tampoco nada ocurrido posteriormente puede borrar, atenuar o ni siquiera maquillar, el rostro terrible de la muerte de los inocentes. No hay héroe alguno posible detrás de la fachada de éste tipo repulsivo ni de ninguno de sus compañeros -sus cómplices del horror y la muerte-.

El inmenso sufrimiento causado por ETA no tiene perdón. Los reiterados esfuerzos por relacionar con luchas democráticas las acciones de los terroristas una y otra vez chocan con la sangre derramada. Blanquear, aunque sea parcialmente, la actividad criminal de la banda es una constante de sus inexplicablemente muchos exégetas. Oír en boca de aquellos que hasta en las instituciones traen la voz de los etarras hablar de derechos humanos o de democracia siempre causa una náusea amarga que tarda en atenuarse. El tiro en la nuca, la bomba lapa o hasta los intentos para conseguir sus fines miserables sirviéndose también de misiles, son un compendio de odio ciego, ausencia de escrúpulos y salvajismo, de unos hombres y mujeres que hicieron de la muerte de los otros su forma de vida. Aunque no se puede saber si no fue peor que numerosos -muy numerosos- grupos de la sociedad justificasen a los autores materiales de segar la vida de las víctimas. Aún la amargura está presente en cada uno de los homenajes populares que reciben hoy día muchos de estos indeseables cuando son excarcelados. En la vida se puede mentir, hacer trampas con los relatos, buscar causas de injusticia para explicar cómo es que se mataba, cómo es que aterrorizaba hasta a los niños, pero nada podrá tapar tanto dolor ni tanta maldad.

Durante años corrieron las muertes, los secuestros, la extorsión, las capuchas negras de los cobardes y la protección coral de estos protagonistas por parte de una sociedad enferma. También corrían las listas de los amenazados y los anónimos que exigían el 'impuesto revolucionario' aderezados con el aviso de la muerte. No hay política, ni reivindicación o historias de represión verdadera o falsa, que puedan explicar cómo ETA mataba. La nada más absoluta figurará indeleble en su curriculum cierto. El dolor es para siempre, mucho más que treinta o cuarenta años de cárcel. Vayan o vengan los terroristas ya lo son toda la vida, más allá de ser o no buscados por la justicia, el llanto y la muerte los buscarán sin cejar un instante, nunca pagarán lo bastante.

Ternera está detenido, aún quedan muchos bandarras huidos que tapan su miserable existencia haciéndose pasar por otros para escapar de sí mismos. Quedan más de cuatrocientos asesinatos sin aclarar, esta historia no termina tampoco hoy, ni con ésta ni con otras muchas detenciones que están por venir. No relacionaremos aquí las muchas causas por las que Ternera estaba buscado ni por tantas otras por las que se le relaciona. Este individuo fue uno de los jefes de la repulsiva banda terrorista, o sea que estuvo también en la planificación de muchos de sus peores acciones, matando niños, segando vidas y mutilando víctimas física y psicológicamente. El hecho de que por fin se encuentre a buen recaudo no satisface tampoco a nadie, mucho menos a los que lloraron directamente el dolor y la muerte causada a sus padres, hijos, hermanos, compañeros o amigos, pero es seguro que les tranquiliza mínimamente.

La frivolidad de aquellos ajenos ignorantes que en estos tiempos decidieron tildar estos crímenes o a estos criminales de políticos asombra a la verdad y a la historia. También asombran estos nuevos diputados y senadores que asocian su nombre a toponimias que reflejan la pertenencia, cercanía o identidad, con los entornos etarras; normalmente sus intervenciones son un acto de torpe prestidigitación dialéctica que enseña y esconde a un tiempo la nefanda justificación de los asesinos de modo insoportable.

Es cierto que la verdad tiene siempre mil caminos y que suelen haber tantas verdades como intérpretes de las mismas, pero en las referidas a víctimas y verdugos sólo caben los hechos. Aunque el tiempo pase y con él pasemos todos, la sangre de los inocentes perdurará en los campos, los ríos y las calles, para siempre. Aunque el tiempo pase, la conciencia y la historia quedarán para contar el dolor, cuánto dolor nos hizo temblar.

Dedicado a José María Martín Carpena, a Alberto Jiménez Becerril, a Ascen García Ortiz y a todas las víctimas.

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