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En Al Qaeda, durante la excitación anterior al 11-S, había un «departamento de mártires». Los que no eran pilotos señoritos pero estaban dispuestos a hacer cualquier cosa. En TV3 pudimos oír antes de la publicación de la sentencia del 'procés' cómo la madre de Adri Carrasco (miembro de los CDR, huido a Bélgica y acusado de desórdenes públicos) afirmaba que hay rehenes. Es un poco el aquí hay dragones de los mapas medievales para referirse con serpientes marinas y otra criaturas a territorios peligrosos o inexplorados. Hombre, en este caso, peligro sí; inexplorado, no tanto.

«Puede que esta gente tuviera bombas, pero son inocentes. Creo que estamos en guerra, que nos han declarado la guerra», dice esa madre. Guerra debe de ser una de las palabras que a TV3 no le han prohibido. También es verdad que las prohibiciones están en los informativos (exilio, presos políticos, presidente en el exilio.). Artur Mas dijo hace cinco años, antes de la consulta del 9-N: «Entramos en un terreno desconocido en el que no hay seguridades absolutas». La única seguridad es el embolado que él, antes Pujol (por no irnos más allá), los condenados, los huidos y Torra han dejado en una parte de España. Nos han dejado incertidumbre, sentencias que convienen a Sánchez y un departamento de mártires dispuesto a cortar carreteras o aeropuertos. Pero se echarían atrás si les tocan de verdad el bolsillo. Lo que más ha molestado a Mas del Estado fascista español es lo que ha afectado a su propio bolsillo, no a Cataluña. Ahí una certeza. Otra, que el golpe catalán es más importante que el 23-F. Y otra más, que además del bolsillo, la cárcel también disuade.

Y que no vengan los legos a decir que la sedición es incompatible con un golpe de Estado (concepto ausente del Código Penal). Que ahora todo el mundo es Kelsen. Aunque estemos más cerca de Boye.

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