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Calla Ancha

SE APARTAN JUGUETES

Aquellas jugueterías tradicionales ya forman parte del pasado y del olvido para las nuevas generaciones que, por otra parte, tampoco se muestran demasiado interesados en conservar la memoria del ayer de la ciudad

FRANCISCO MOYANO

Martes, 26 de diciembre 2017, 07:56

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POCAS fechas hay en el año con tanto poder de evocación como la Navidad y seguramente son las vivencias de la infancia las que, de una u otra manera, nos dejaron marcas que nos llevan a rememorar otras navidades que nos parecieron las mejores; en la percepción no puede obviarse la inocencia propia de la infancia que se alargaba mucho más en el tiempo y hacía de la credulidad una fuente de ilusión, puede que de felicidad o algo parecido. Mucho antes de que a Marbella llegase el dominio de las grandes superficies, las jugueterías tradicionales resultaban los 'templos sagrados' para la chiquillería que, casi con la llegada del otoño, comenzaban a visitar los surtidos escaparates. Eran frecuentes los carteles donde se comunicaba a la clientela «se apartan juguetes»; la forma de que las familias no se quedasen sin los productos más demandados y además la posibilidad de ir pagando en varios plazos; para un buen número de familias el poder adquisitivo se encontraba muy mermado y los gastos para Reyes eran excesivamente extraordinarios. Solamente se regalaba en Reyes y por estas latitudes Santa Claus tenía muy poco trabajo. Aquellas jugueterías tradicionales ya forman parte del pasado y del olvido para las nuevas generaciones que, por otra parte, tampoco se muestran demasiado interesados en conservar la memoria del ayer de la ciudad. Juguetería Cintrano, al sur de la calle Nueva; Pichi, en el pasaje entre calle Nueva y Valdés, donde se encuentra la vivienda en la que nació don Rogelio Vigil de Quiñones; Rivera, en la Plaza de la Victoria y Almacenes Córdoba en Alonso de Bazán y calle Málaga; estas eran las principales jugueterías que se mantuvieron en activo hasta fechas muy recientes, luchando y resistiendo contra los gigantes, aunque hacía mucho tiempo que había desaparecido el cartel de «se apartan juguetes». Los adultos, que renovaban vestuario para Navidad y Fin de Año, también contaban con algunos comercios especializados en Marbella (Tejidos Palma, Tejidos Nuria), pero frecuentaban la capital; Málaga suponía un foco de atracción representado en los almacenes de Félix Sáenz (que abriría sucursal en Marbella), Almacenes Mérida, Gómez Raggio y Álvarez Fonseca. También terminaron sucumbiendo ante el nuevo concepto comercial que supuso la llegada de las grandes superficies. Los juguetes que se apartaban y posteriormente se disfrutaban respondían a objetos a los que había que manipular e 'inventar' una particular relación en el juego; el dominio de la electrónica era algo inimaginable. Una característica propia de aquellos juguetes es que estaban destinados unos a los niños y otros a las niñas, reproduciendo generalmente los roles propios de la sociedad, donde el sexismo era una constante. He utilizado el pasado y posiblemente no sea correcto porque, a esta altura del siglo XXI, los catálogos de juguetes siguen siendo altamente sexistas y, desgraciadamente, el juguete bélico no ha sido totalmente desterrado. Pero hay otro tipo de 'juguetes' que, aunque son regalados a los pequeños, no son cosa de niños: los perros, gatos y demás mascotas; siempre, muchos ciudadanos y ciudadanas, hemos tenido claro que las mascotas no eran objetos o cosas, sino seres vivos, aunque nuestros códigos jurídicos (nuestros legisladores, siempre por detrás de la sociedad) no se habían enterado, hasta que recientemente, por unanimidad (en algo son capaces de ponerse de acuerdo), se ha acordado cambiar el estatus de los animales y considerarlos sujetos de derechos: el asunto de maltratarlos o abandonarlos se complica y es posible que más de uno de esos humanos un tanto desalmados, se lo piense antes de incurrir en alguna de estas conductas. No es adecuado regalar un animal a un niño y si se hace, debe ser con el compromiso de los padres y la consciencia de la enorme responsabilidad que se adquiere. Lo mejor es seguir la tradición y encargar a los Reyes Magos juguetes de los que no ladran ni maúllan. Esos Reyes de Oriente que en Marbella llegaban por la Fontanilla.

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