El año de los inocentes
La ultraderecha no ha dejado de cumplir con su papel tragicómico en cada escenario
La broma de ayer, día de los Inocentes, no sabíamos en qué rincón del periódico se escondía. O si es que estaba repartida, como una ... pedrea chusca, por un rincón y por otro. Desde luego si alguien hubiera estado desconectado de la información los periódicos de los últimos días le habrían parecido cargados de bromas. Y casi siempre de mal gusto. Esa desconexión de la actualidad no habría tenido que remontarse a una o dos décadas atrás. En ese caso, más que broma, la cosa habría parecido un asunto de ciencia ficción. No. Solo unos pocos meses.
El caso más llamativo, claro, es el del prófugo Puigdemont convertido en socio de legislatura con la consabida ley de amnistía salida de la chistera electoral como el conejo de un mago. La sonrisa del supuesto lector ante esa inocentada habría sido una mueca poco festiva. La que se nos queda ante un chiste sin gracia. Pedro Sácnhez convertido en un mal humorista y su corro de portavoces repitiendo la broma con palabras calcadas. Igual que en las reuniones de amigos alguien imita la charada del humorista profesional. Pero la cadena de inocentadas no empieza ni acaba ahí.
La ultraderecha -gran coartada para la cabriola socialista- no ha dejado de cumplir con su papel tragicómico en cada escenario, en cada ocasión que ha tenido. Desde la escucha de los latidos del corazón del feto por parte de la mujer abocada al aborto hasta el rezo del rosario en las lamentables noches de acoso a la sede del PSOE en calle Ferraz con sus conatos de violencia y sus banderas con el escudo monárquico recortado ante la supuesta traición de Felipe VI a los pringosos valores de Vox. Entre esos valores, el de Abascal convertido en profeta anunciando el colgamiento por los pies del presidente del gobierno. Un anuncio realizado -lugar para la inocentada internacional- en la toma de posesión de un líder político con motosierra y conexión espiritista con su perro muerto. En el PP han contado con Isabel Díaz Ayuso como incansable aportadora de bromas, chascarrillos y esperpentos varios.
Desde su antigua defensa de los atascos a desvelar el plan secreto de Pedro Sánchez para la independencia de Cataluña. Y cómo olvidar a las exministras de Podemos convertidas en azote de su propio Gobierno. Las ampliamente caricaturizadas como niñas de 'El resplandor' reducidas a un apéndice de Sumar, con Yolanda Díaz convertida en la bruja del cuento y Pablo Iglesias en la sombra maléfica de su elegida, destinada a ser la primera mujer presidenta del gobierno español. El difunto Chiquito de la Calzada convertido en redactor jefe no del día, sino del año de los Santos Inocentes.
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