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Estos días un puñado de hombres se han afanado en elegir a otro hombre para que dirija los destinos de una de las principales religiones ... y, cosa no menor, gobernar una pequeña ciudad-estado, pequeña, pero ciudad-estado al fin y al cabo.
Hace justo siete años, en mayo del año 2018, un grupo de académicos varones todos ellos ligados a las ciencias sociales lanzaban la iniciativa 'No sin mujeres' en virtud de la que se comprometían a no participar en conferencias, congresos, jornadas, mesas redondas en que no hubiera al menos una mujer. Y no valía que ésta se dedicara a presentar o moderar, sino que tenía que haber sido invitada para intervenir en calidad de experta. A día de hoy, han suscrito ese compromiso más de 650 académicos de numerosas universidades e instituciones de todo el país. Quizás su siguiente paso debería ser la exigencia de paridad o de un 40-60%. Porque podemos hablar aquí del síndrome de la abeja reina que padecen algunas mujeres -las que quieren ser las únicas mujeres entre hombres- o el de la pitufina, que es cuando la presencia femenina es la excepción, lo exótico, -y también intercambiable por cualquier otra mujer- en lugar de una participación en igualdad.
Sea como sea, siete años después de esa iniciativa y otras por el estilo, como el 'Hay mujeres' capitaneada por especialistas de ámbitos concretos, como la politología, por ejemplo, muchas, demasiadas, fotografías siguen siendo mayoritariamente masculinas. Continúan siendo eso que se califica como 'all male panel'. «Congrats, you have an all male panel» (enhorabuena, ya tienes otro evento en el que los hombres hacen pleno) es un meme que circula mucho por internet. Es de esas expresiones en inglés cuyo empleo cotidiano entre hispanohablantes está plenamente justificado: cumple la máxima de la economía del lenguaje y de definir de forma precisa y eficaz lo que tantas veces, siempre demasiadas, sucede.
Hay muchos ejemplos en Málaga: eventos taurinos, como la última gala de la tauromaquia; religiosos, como muchos de la Semana Santa, sin ir más lejos el de presentación del cartel; también económicos, como la última entrega de distinciones del Colegio de Economistas de Málaga; además del palco de La Rosaleda en uno de los últimos partidos del Málaga… Todos 'all male panels'. O casi. Porque es la denostada política la que con frecuencia los evita, la que introduce una pequeña representación de la mitad de la humanidad que de otro modo estaría excluida. La Junta tiene consejeras -y portavoz femenina-, el ayuntamiento tiene concejalas y el gobierno central tiene ministras y vicepresidentas.
Pero es que aquí se conjugan un montón de males, que en este texto se esbozan frívolamente, pero que están suficientemente comprobados por la investigación de las ciencias sociales. Las redes masculinas funcionan muy bien, porque los hombres poderosos llaman a otros hombres, no sólo a participar en charlas, también para ocupar puestos, y coinciden en sus ocios y en sus negocios. Y hay otro ingrediente: a veces a las mujeres a quienes se llama para participar en eventos, conferencias, coloquios les cuesta dar el paso, decir que sí. En primer lugar, porque siguen asumiendo más obligaciones domésticas, trabajo y organización -que se lo digan a la mujer del alcalde, tras tenerlo todo el día fuera de casa- y tienen menos tiempo y les queda menos energía para otros quehaceres. Pero también porque sufren el llamado síndrome de la impostora: las mujeres tienen más problemas para creerse que son especialistas en un área que los hombres y por eso les cuesta más saltar a la palestra.
El periodismo tiene una gran responsabilidad no ya en darle la vuelta a las fotos, sino en lograr el equilibrio de género que existe en la vida real. Seguro que quien escribe estas líneas tiene artículos firmados en los que las fuentes eran exclusivamente masculinas. Los hombres son, posiblemente, quienes más rápido atienden al teléfono, quienes siempre tienen una respuesta. Contar con mujeres es más laborioso. Pero es un trabajo que hay que hacer. Como desde el otro lado también hay que hacer el esfuerzo de contestar, participar, decir que sí.
A veces se puede tender a pensar que en según qué terreno quizás nunca se consiga la igualdad -y quizás tampoco sea deseable-, porque entre las nuevas generaciones se está abriendo una enorme brecha ideológica (los varones, cada vez más conservadores, las mujeres, cada vez más progresistas), así que es posible que la hegemonía masculina se mantenga en ciertos ámbitos.
Otra hipótesis: si en ciertos foros las mujeres no llegan a la cúspide, si no se cuenta con ellas para la toma de decisiones y para escucharlas y se las convoca para que únicamente formen parte del auditorio es, quizás, porque tienen que hacerse mirar la desigualdad que todavía mantienen.
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