Agosto
Comienza agosto. Llama a la puerta el mes comúnmente asociado con la nada, con el esparcimiento y la relajación. También, nos dicen las encuestas, es ... el mes que se convierte en germen de divorcios y desavenencias mayores. Las anheladas vacaciones reúnen en el mismo espacio vital a unas parejas desgastadas y acostumbradas a contemplar el horario laboral como una liberación. Por el contrario, la chiquillería vive sus primeros amores en el supuesto mes de la felicidad. Se derriten, casi literalmente, por ese calentamiento climático que supone el bullir de las hormonas. Aparente calma chicha sobrevolando sobre hogares truncados y corazones de viento.
Este año, solidarizándose con la ciudadanía en general, la clase política anda en un deshojar de margaritas. El suelo patrio está sembrado de pétalos que, por mor del último diputado asignado desde el extranjero al PP en detrimento del PSOE, caen ahora de un modo más frenético aunque igualmente silencioso. El dolido PP se lame la herida de la amarga victoria. El escaño último es un caramelo que no cura pero que en cualquier caso le traslada un toque de sabor amargo a la dulce derrota socialista. Se pretende que agosto tienda un velo sobre la ansiedad negociadora. Desde la izquierda se aspira a construir un hogar para el progreso. Solo que algunos integrantes de esa familia, además de exigir una dote descomunal, pueden dar pie a una convivencia llena de platos rotos que, como esas parejas obligadas a la convivencia veraniega, acabe como el rosario de la aurora.
Los flechazos de hoy en el ámbito político, si es que hubiera alguno, pueden convertirse en los hachazos de mañana. La mala digestión de Podemos dentro de Sumar serían un dulce al lado de las convulsiones que puede provocar la tropa de Puigdemont. A través del velo de agosto iremos contemplando algunas sombras, algunos curiosos movimientos. Pedro Sánchez ha demostrado ser una buena costurera. Borda los parches. Veremos si tiene hilo suficiente y suficientemente fuerte para zurcir lo que en principio es un gran descosido. Un siete que es el único consuelo de un PP desfondado a causa de su optimismo previo y de lo mal que se desenvolvió en la petición de mano al pueblo español. En esa casa no se pueden permitir ningún divorcio. Ya tuvieron uno bastante estrepitoso con Pablo Casado y, por otra parte, están obligados a soportar a ese cuñado insidioso, bocazas y metepatas que es Vox. La consigna que al parecer circula por el PP es arrinconar al cuñado, quitarle fuelle hasta que en la cena navideña sea un invitado al que se le pueda callar la boca con un trozo de mortadela. Hogar, dulce hogar.
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