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La Policía ha detenido a un menor por un delito de odio y amenazas contra el párroco de Benajarafe. Es buena noticia. Los sacerdotes pueden llegar a sufrir, como cualquier otro ciudadano, algún tipo de agresión o amenaza y es bueno que se detengan a los agresores.

La tendencia generalizada, salvo que todo un pueblo o medio de comunicación, como hizo Diario SUR, respalde, es dudar del cura y sí creer al que increpa. El «algo habrá hecho» es recurrente cuando un sacerdote es objeto de violencia. La sombra de la sospecha y la eliminación directa de la presunción de inocencia están a la orden del día.

En esto, seguir los pasos de nuestro estado de derecho es de sabios. Y confiar en la tarea policial. En el caso del párroco indio de Benajarafe el camino emprendido fue el acertado, aunque lento, ocho meses son muy duros a tenor de los insultos, agresiones y amenazas recibidas.

Los sacerdotes, con más frecuencia de lo que se conoce, son objeto de acoso, bien por razones ideológicas, sociológicas, afectivas; políticas, raciales, personales; económicas, culturales, eclesiales. Y no hay que retrotraerse a la década de los treinta del pasado siglo, donde en España por el mero hecho de ser religioso, estabas condenado por una facción; en el presente siglo y actuales circunstancias el presbítero puede llegar a ser objeto violencia; en España y el mundo. Sin ir muy lejos, México o Venezuela son de los lugares más peligrosos para los curas; países donde por cierto hay presbíteros malagueños. Aunque no haya que salir de nuestras fronteras para que determinadas personas o grupos radicales se ceben con sacerdotes por el mero hecho de serlo.

El sacerdote, que hay de todo, incluso delincuentes, en general, y créame, conozco el gremio, es una buena persona que se sabe llamada a desarrollar una vocación especial; algo que hace con aciertos y equivocaciones; pero eso es una cosa y otra es que por ser cura sea sometido a acoso y derribo por las más peregrinas razones, especialmente cuando no se alcanza por parte del agresor el objetivo logrado. La sobreexposición a la que frecuentemente está sometido, le hace especialmente vulnerable; en esto comparte destino con quien ostenta cargo público, es diana perfecta y recurrente. Por eso, el caso de Benajarafe es especialmente significativo para que la opinión pública, poco a poco, contemple que un cura también puede llegar a ser víctima.

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