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JAVIER GARCÍA LEÓNABOGADO
Sábado, 22 de febrero 2025, 01:00
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Soy de los que creen que los restos de Antonio Machado donde mejor reposan es en Colliure. Nos sobran los motivos.
El fin de las personas en política es pasar, actores temporales que deben servir el tiempo útil, justo y necesario, sin joder con la pelota; pasar dando las gracias por la oportunidad que te ha dado el partido —el que sea— y a la ciudadanía con su voto indirecto (se vota a los partidos que ponen a sus cuadros en listas cerradas y bloqueadas excepto para el Senado que es cerrada y desbloqueada). Hay incluso actores jóvenes que, por su trayectoria y cornadas, están para un partido de homenaje.
En Andalucía, en su partido hegemónico durante décadas, las cosas últimamente pasan rápido. Necesidad de cambio permanente para que no decaiga el ánimo. Se nota el oficio del PSOE en el modo de transitar, generando así confianza mediante el mensaje de que saben resolver crisis y parones. Los buenos entornos, como en las empresas, se generan con transparencia y sembrando confianza en el aficionado —afiliado, simpatizante y, cómo no, votante— para que noten que eso también va con ellos. Vuelve el verde.
Hace cuatro años, con motivo del Congreso Regional del PSOE-A celebrado en Torremolinos, publiqué en estas páginas 'El Juego del Boquerón' (noviembre de 2021) con la esperanza de no acertar. Pasado el subidón de aquellos congresos no tan lejanos, pocos de quienes apoyaron a Juan Espadas en las primarias, reconocieron haber mandado a la organización al guano electoral y al liderazgo de lino y pandereta, pero menos voces aún se asomaron en Málaga, con quien fuera presentado bajo hipérboles en masa y a quien le dieron todo el caudal militante de la provincia —nada menos que un 80%—. Tal y como señalaba en aquellas letrillas de hace casi cuatro años, pasó lo que pasó: «En un imaginario spoiler de lo que puede suceder de aquí a un par de años, quizás asistamos a juegos tan atrayentes como el del pañuelo: uno lo sujeta y dos se la juegan por el trapo. Alguien volverá a la casilla de salida con las manos vacías. Atrapar el cargo, digo, el pañuelo, será el objetivo. Será una historia circular, como una vuelta al primer capítulo». En Málaga fue tragedia, desgana. Una flojera que han pagado los ciudadanos con políticas de barra libre en la taberna del PP. Perdón, no volverá a ocurrir, o sí.
Se inicia ahora un nuevo tiempo para que María Jesús Montero ponga en funcionamiento una maquinaria paralizada. No se sabe si por el miedo escénico o el óxido, pero que a poco que se empuje arrancará. El PSOE de Andalucía está malito y una doctora viene bien. Solo falta acertar en la compañía y en los territorios; tarea nada fácil en la federación andaluza, por grande, dispar y peleona. Evitar caer en el esfuerzo inútil que —como decía Ortega y Gasset— conduzca a la melancolía que durante tiempo ha acompañado a los socialistas andaluces, y que ha pasado en los últimos años, es el primer paso a dar. En Málaga mutó a congoja. Glosando a Gistau en 'Golpes' bajos sobre la permanencia eterna de algunos actores políticos, se puede decir que no tienen cuadros, sino esquinas. A Málaga le vendría bien un cirujano o un letrado de causas varadas.
El presidente de la Junta es malagueño, el número 3 del PP también, gobiernan los de Moreno en la capital, la Diputación y las ciudades más pobladas. Todo bajo el manto popular. No todo es culpa de Pérez, pero sí la responsabilidad por acción y omisión de resultados, y hechos más feos que bonitos. Actitudes, amén de las aptitudes, que trascienden; y, por suerte para el PSOE, no todo. Sería bueno no salir de Granada apollardaos. Ciudad de Goyas y de Los Planetas, que nos decían en 'Segundo premio' que es nombre de bomba.
Confío en que la líder andaluza deje espacio a la elección y entierre bajo siete llaves la designación que tan malos resultados personales y electorales ha dado en nuestra provincia; y, si tuviera debilidad por alguien —que es humano y político—, que no le otorgue, como en la última etapa espadista, licencia para matar y sí espacio para crecer y seducir a un electorado ya cansado, que no volverá si sigue un cuarto de hora más visionando errores en cadena del PSOE de Málaga. La sensación es buena, el discurso claro y las ideas se antojan innovadoras sin perder la esencia. Liderar de arriba abajo, de abajo arriba, por los lados, como sea, pero bien, sin miedo a brillar por aquello del riesgo a herir a alguien (robar luz lo definía Jabois hace poco recordando 'Soñadores' de Bertolucci). Esta hacienda no se gobierna sola.
Esta agrupación debe pintar más, en Andalucía y en Málaga, ya me entienden, pero sobre todo debe recuperar la ilusión —y algunos votos— perdida. Hay nombres, mujeres y hombres, altos y bajos, flacos y de buen año, jóvenes y talluditos, agraciados de cara y menos, pero todos con ganas de que la convivencia y la confianza vuelvan. Su potencial económico y peso en el PIB de España merecen un partido que sepa hace una lectura justa de las cosas, haciendo de la industria turística el canal de redistribución y apertura cultural y económica para todos; de la vivienda, la solución y no el problema, asumiendo con valentía políticas vanguardistas sin complejos; de los espacios públicos, una reinvención permanente, y de la capital, ciudad madura y terminada, una aldea global canalla que no se duerma en la autocomplacencia, amable y abierta, que en comunión con el resto del territorio, sea el hogar de una familia multicultural, intergeneracional y multilingüística. ¡Acierten, leches!
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