La Academia de lingüistas
Me quedo estupefacto cuando me entero del rechazo de la Real Academia Española a la candidatura de Luis Alberto de Cuenca para ocupar la letra ... O. Le avalaban, entre otros, Luis Mateo Díez y Arturo Pérez-Reverte. Manejos de cónclave sin fumata sino gracias a cobardes abstenciones, enjuagues de tercera, o simplemente venganzas por una palabra repetida o una ausencia en fechas que se hunden en el almanaque del tiempo, han impedido que uno de los hombres que personifica y representa la cultura en este país que cuando quiere es el más cainita del mundo, es decir, Luis Alberto, siempre presente y cercano a cuantas aventuras periféricas se le requieran, resulta que este héroe sin máscara no posee el suficiente currículum, ni la suficiente sabiduría, para formar parte de la morcilla lingüístico-universitaria-académica que rechaza, también, a otro intelectual de libro: el arquitecto Fernández Galiano.
No olvidemos que Luis Alberto de Cuenca, aparte de ser autor de canciones emblemáticas de la Orquesta Mondragón, entre otras -'Hola, mi amor, soy yo tu lobo'-, es doctor en Filología Clásica, profesor del CSIC, Premio Nacional de la Crítica, Premio Nacional de Literatura y Premio de Poesía Federico García Lorca, y entre otras lindezas: poeta, traductor, peculiar ensayista, empedernido bibliófilo. Pero como escribe su esposa, la profesora y también traductora Alicia Mariño: «Lo importante es que ahora le hayan otorgado el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana, culminación de su obra poética».
Soy amigo de Luis Alberto, y no me importa que se note, al revés, me enorgullezco. Le conocí gracias al dramaturgo Miguel Romero Esteo, que lo invitó a Málaga cuando dirigía el Aula de Poesía de la Universidad. Vino Luis Alberto con su poemario 'La caja de plata' debajo del brazo, que ese año de 1985 era flamante Premio Nacional de la Crítica. Fue en El Pimpi, antes de expandirse, y entre moscateles y mejillones, cuando empezamos nuestra conversación interminable, que aún no ha terminado y espero prosiga durante décadas y décadas, acerca de mitos, reyes y reinas ajusticiadas, vampiros, epopeyas (sobre todo la de Gilgamesh), Cleopatra, Óscar Wilde, Jean Cocteau y Jorge Luis Borges, a quien recitamos: «Las proas vinieron a fundarme la patria». Entonces forjamos una amistad que ha sobrevivido a grupos de rock, poéticas, poetas, un monarca, gobiernos y partidos políticos, que ya tiene mérito. En nuestra 'liason' he sido yo, indudablemente, el más favorecido, y no me faltan razones: Luis Alberto es el titán de la cultura por antonomasia, se sabe de memoria la lista de emperadores romanos, incluso el fugaz Macrino, y su mezcla de bondad, cortesía y saber estar, supera todo lo imaginable e inimaginable. Para mí es un caballero de los que ya no existen, salvo él.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.