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Es, posiblemente, la víspera más tensa e incierta de la historia de la democracia española. En 40 años no habíamos visto unas elecciones generales a priori más abiertas y extrañas como las de mañana, en la que se sabe cómo se va a despertar España, pero apenas nadie puede asegurar cómo se va a acostar. La campaña (por cierto, una de las peores en líneas generales -por mala- que se recuerdan) ha terminado sin que nadie se atreva a dar un vencedor. Los dos debates electorales (craso error de tantos gurús como acompañan a los líderes al hacerlas dos días seguidos, lo que no se le ocurre ni al que asó la manteca) no sólo no despejaron dudas, sino que incluso dejó mayores incógnitas. ¿Quién va a ganar? No se sabe. Los sondeos están desprestigiados y pocos se fían de ellos, empezando por el del propio CIS (recuerden sus vaticinios de Andalucía). Está claro que el bipartidismo ya es historia, y que los populismos han asomado 'la patita' en los dos extremos del arco ideológico, pero por lo demás no hay quien se quede con la copla. Ocurre, además, que por una absurda decisión nacida con nuestra democracia, hace cuatro décadas, no se pueden publicar encuestas en la semana anterior a la cita con las urnas, lo que propicia 'trampas', como publicarlas en Andorra, o , como estos días últimos, en Estados Unidos, concretamente en el sur de aquel país, que además intoxican y mucho porque son difundidas a través de las redes sociales, sin que nadie pueda detenerlas ni confrontarlas. Desde luego, si querían sembrar más dudas e incertidumbre, influir en la decisión final de algunos (que parece que son muchos los que van a decidir qué votar a pie de la misma urna), lo están consiguiendo, o al menos eso nos hacen creer las mismas redes sociales, que ahora mismo se han convertido en un peligroso a la vez que claro elemento distorsionador de no pocas citas con las urnas en el mundo. Es un tema a analizar, a estudiar, a solucionar... Ocurrió con el Brexit, con Trump, con Italia o Ucrania: los populismos tienen un eco desmedido y un enorme amparo en esas mismas redes sociales, que dominan y manipulan con maestría para influir en el voto. Frente a ese mundo de rumores y falsas noticias quedan resortes, menos mal, como el periodismo de verdad, con mayúsculas, porque hoy por hoy, las redes sociales no ayudan a clarificar situaciones como la que vive nuestro país. Frente al 'ataque cibernético', como lo definió alguien, tenemos defensa (repito, Periodismo de verdad) y hay que ejercerla, porque frente al populismo, las falsedades, las mentiras y el sarampión de unas redes sociales manipuladoras hay que enfrentarse cara a cara aunque te la puedan partir. Dicho todo lo anterior, que nadie se equivoque: el voto es sagrado, y la libertad de votar a quien uno elija también; que nadie piense que tiene en su voto más legitimidad moral que quien decida ejercer otro distinto... pero tampoco dejemos que los tiempos electorales sean presa de los que sólo buscan matar al sistema desde dentro. Voten en conciencia. Disfruten de mañana, que votar en libertad es la misma vida... Es lo más grande.

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