Religiosa y algo más
Ángel Escalera
Martes, 4 de abril 2017, 07:59
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Ángel Escalera
Martes, 4 de abril 2017, 07:59
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Pocos acontecimientos cambian tanto la fisonomía de Málaga como la Semana Santa, que está a punto de comenzar mal que les pese a los que abominan de las procesiones y las quieren cuanto más lejos, mejor, que ya se sabe que tiene que haber de todo en la viña del Señor. Los atractivos de la Semana Mayor malagueña son indudables e indiscutibles; están a la vista y la convierten en un fenómeno de masas que trasciende las fronteras locales, provinciales, regionales y hasta nacionales para expandirse por todo el mundo. La prueba es que ciudadanos de cualquier punto del globo terráqueo, por más alejado que se halle de la capital de la Costa del Sol, cuando se encuentran de frente con ese conjunto que forman imágenes y tronos, con el acompañamiento de los nazarenos, las nubes de incienso de las que emana una fragancia penetrante y las marchas que interpretan las bandas, se dejan atrapar y se convierten en incondicionales de un espectáculo cuya base más profunda puede que no entiendan, pero que les entra por los ojos, la nariz y los oídos hasta dejarlos embriagados de un modo que recuerda el efecto del síndrome de Stendhal.
La Semana Santa de Málaga es poliédrica y camaleónica. Es capaz de concitar la atención del católico más ferviente y del que hace gala de un descreimiento firme, pero que cada año sigue bajo el varal de un determinado trono; del que atesora una extensa cultura cofrade y del que no distingue una sagrada imagen de otra; del que se empapa de fe en el recogimiento de la Catedral en una estación de penitencia y del que se abre paso a codazos en la bulla del Jueves Santo en pos de La Legión; del que recorre las calles sin descanso y del que se acomoda en un palco de la tribuna oficial. En la Semana Santa de Málaga hay de todo y para todos los gustos. Esa es su grandeza. Porque la Semana Mayor es religiosidad, indudablemente, pero también es una fiesta de los sentidos, es arte, es cultura, es estética, es ocio y es, por supuesto, negocio. Los sectores hostelero y hotelero aguardan con las cajas registradoras abiertas unos días que son santos y a la vez profanos, en los que bares, restaurantes, hoteles y puestos ambulantes se llenan de clientes, sin olvidar que gracias a las cofradías subsisten una serie de profesiones que dan de comer a mucha gente. En Semana Santa, las oraciones no entran en disputa con la diversión. Hay espacio suficiente para rezar y para disfrutar. Que cada cual elija lo que prefiera. Aquí paz y después gloria.
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