EL DISCURSO
Antonio Garrido
Domingo, 29 de enero 2017, 10:01
Defenderé siempre que el buen uso del idioma; es decir, el uso normal, está por encima de cualquier otra circunstancia y, desde luego, de la ... política. Se van a celebrar congresos de diferentes partidos y, claro está, todos ofrecen frases y lemas lo más atractivos posibles para movilizar a sus votantes y atraer a los que no lo son.
Estoy seguro de que en los partidos hay muchas personas con suficiente nivel gramatical como para evitar las faltas de ortografía y también debe haberlas en las empresas de publicidad que organizan las campañas. Pues veo que no, que este convencimiento es una ingenuidad por mi parte.
Antes de comentar el pecado sugiero que cuando los partidos tengan las frases, que las manden a la RAE para que esta supervise si están correctas; además, es gratis, lo puede hacer cualquier hablante. El PP ha presentado su lema: «España adelante». Tiene su aquel, dos faltas de ortografía en dos palabras. ¿Nadie sabe que España es un vocativo y que es obligatorio poner una coma: «España, adelante». Lo han rectificado, menos mal. La segunda falta es que las frases exclamativas o interrogativas tienen que llevar los signos de interrogación o de admiración al principio y al final. Lo han rectificado a medias: «España, adelante!».
Si soy benévolo puedo pensar que no poner el signo al principio es una ingeniosidad de los expertos, muy expertos, diseñadores de la campaña. De entrada, no tiene ninguna novedad, no aporta nada, es una falta de ortografía. ¿Tanto trabajo cuesta poner «¡España, adelante!». Dicho queda.
Vayamos al discurso de Trump, su primera intervención oficial después de jurar el cargo de presidente de USA. Antes de entrar en el análisis del texto es necesario establecer el marco contextual que es claramente desfavorable al republicano; entre otras razones por su manera de expresarse y sus ataques a los medios de comunicación. Desde este parámetro los análisis tienden a descentrarse. Yo me atendré al texto, a sus temas principales.
El discurso, en líneas generales, se enmarca en una larga tradición del mundo anglosajón: el aislacionismo. Recordemos lo que tardó USA en entrar en las dos guerras mundiales; especialmente en la segunda. Los que hemos vivido en la nación-continente sabemos que al americano medio los que sucede en el mundo le importa un bledo si no les afecta. Basta ver los programas informativos. Es una actitud heredada de lo que se llamó «espléndido aislamiento» británico que se resume en yo tengo el mando pero no intervengo.
Esta es la clave, USA lo primero. El mensaje universalista ha desaparecido. Es un lenguaje populista que tiene una enorme eficacia en la llamada América profunda, la de los pequeños pueblos, la conservadora, la que va a los oficios todos los domingos, la que no entiende que sus impuestos se gasten en la defensa de Europa. En este sentido ha dado un mensaje hacia dentro. El segundo elemento es recuperar el orgullo de la nación. El presidente parte de que USA se encuentra en decadencia por las políticas demócratas.
Recuperar el sentimiento de ser la nación más poderosa del mundo es un eje clave de un mensaje muy sencillo que va dirigido a las emociones y no a la razón. En este sentido es muy curioso que dirija sus dardos a la propia estructura del poder, al sistema. Os hablo a vosotros, al pueblo sano, al pueblo trabajador que ha sido engañado, estafado, por los poderes de los burócratas capitalinos, por la élite de la que Obama formaba parte.
En general los analistas conceden poco crédito a la irracionalidad, a cierto componente caótico que en mayor o menor grado está muy presente en todas las acciones humanas. Un hombre que heredó una fortuna y que parece que la ha acrecentado, que vive en uno de los lugares más famosos y caros del mundo, se presenta como enemigo del sistema y millones de personas lo creen y lo votan. Se trata de decir con convicción lo que el elector desea escuchar. Ni es primero ni será el último caso. Es lo que llamamos hablar al corazón. Ni un dato, ni un proyecto concreto, promesas, muchas promesas.
Las clases medias empobrecidas y los trabajadores con dificultades son la diana donde se clava la flecha que levanta la bandera contra el terrorismo como una profecía bíblica, como un rayo de Zeus. La dualidad paloma-halcón es una dicotomía muy clara, por simple, en el lenguaje político, que eleva el tono en periodos de crisis.
El orgullo nacional pasa por rechazar al «otro», al que viene a quitarte el trabajo y a arruinar los sólidos principios de la nación. Nunca insistiré de manera suficiente en que la ignorancia es madre de muchos males. ¿Acaso se olvida que USA es una nación creada desde la emigración? ¿Acaso se olvida que su grandeza está en su escudo: la unidad desde la pluralidad? Pues sí, se olvida.
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