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SIN IR MÁS LEJOS

Indignación energética

José Vicente Astorga

Domingo, 22 de enero 2017, 09:47

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El ministro Nadal ha corrido deprisa hacia la llave del gas para tratar de apagar el incendio de indignación por la alocada subida de la luz -siete máximos en lo que va de mes- después de avisarnos de los cien euros más al año de media por familia. Sólo pinchar en la burbuja del gas no va a cambiar a corto plazo el desbarajuste, advierte un sector que se frota las manos al mirar el termómetro como una petrolera ante la operación salida de agosto. Si un primer misterio popular es por qué vuelan los aviones, a su altura está la incredulidad ante el recibo eléctrico. El asunto más complejo no es tanto descifrarlo como acabar de entender por qué a un derecho básico se le aplica un IVA del 21 o por qué el bono social permanece inamovible como un dogma aunque el informe Oxfam nos alerte de 720.000 familias en el sótano social sin ningún ingreso. La electricidad como máquina impositiva no tiene apagones, y es una de las formas más salvajes de iniquidad fiscal indirecta. Los motivos por los que pagamos mucho más por la luz que el resto de europeos siguen siendo un arcano con todas las bendiciones del BOE. Se cambió hace tres años el perverso sistema de subastas y ahora giramos como hámsters en la ruleta horaria del megavatio, que varía según sople el viento o el precio del gas argelino. Del runrún del déficit tarifario ya no se habla, pero aquellos 30.000 millones los estamos pagando ya con nuestros impuestos después de que gobiernos de PSOE y PP decidieran no llevar los costes reales al recibo con el mismo empeño que auparon y hundieron las renovables. El oligopolio del vatio lo apunta todo, no solo idas y venidas de puertas giratorias, y de la feliz, interesada y electoralista medida hemos pasado a que nos tomen por idiotas energéticos rodeados de contadores inteligentes. La electricidad como derecho básico es ahora una entelequia, incluso antes de este enero frío de sablazo energético. Vendrá el ferragosto que convertirá el aire acondicionado en el más preciado derecho humano pero seguiremos igual, con 25 millones de usuarios de la llamada tarifa regulada escuchando cómo se culpa al sol del recibo. También la luz baja, pero la mayoría preferiría escapar de montañas rusas con tarifas asumibles y estables. Está el mercado libre, sí, pero con una letra pequeña que aleja esa simpleza de pagar por la energía realmente consumida. Con la muerte de Rosa, la anciana fallecida en Reus que se iluminaba con velas, la pobreza energética dejó de ser sólo una etiqueta y es bandera obligada para la sensatez de los partidos aunque la demagogia tenga pista libre en una indignación energética sin apagón a la vista. Como no hay viento ni sol ni lluvia el responsable puede ser el gas, pero no el culpable del despropósito que empobrece al país entero. La Fiscalía va a tirar del hilo de la verdad gaseosa a ver qué hay. Podemos aceptar como misterio que la luz se encienda al darle al interruptor pero no que pagar el recibo sea un milagro para dejar tiritando a tanta gente.

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