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Puedo prometer y prometo
HABLAR Y VIVIR

Puedo prometer y prometo

Antonio Garrido

Domingo, 22 de mayo 2016, 10:06

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Todos buscan el centro, todos pretenden el voto de esa mayoría que durante décadas ha sido el eje de la vida política. El centro es algo difuso porque su definición depende de los términos con los que se le compare; no es lo mismo el centro entre dos posiciones extremas que entre posiciones moderadas. Sea como fuere ese centro ansiado exige un lenguaje en el que se vea identificada la mayoría y en estos momentos la realidad exige malabarismos del idioma.

Una escena conmovedora ha sido el abrazo de Iglesias con Anguita, emocionante hasta las lágrimas para el líder de Podemos. Las lágrimas son un recurso muy útil si se plantea bien. Anguita, el Califa Rojo, da el apoyo a los nuevos rojos y afirma que todos son comunistas. Iglesias se emociona y se siente heredero del PCE, el de Carrillo y la Pasionaria, pero en su discurso no emplea ni comunismo ni comunista.

Se trata de una palabra que conserva una importante carga más de imaginario colectivo que de ideología. En ese imaginario se oponen los que la ven como causa de todos los males y los que la consideran fuente de todas las igualdades. La palabra tiene dos acepciones. La primera se refiere a la supresión de la propiedad privada: «Doctrina que establece una organización social en que los bienes son propiedad colectiva». La segunda, completa lo anterior: «Movimientos y sistemas políticos desarrollados desde el siglo XIX, basados en la lucha de clases y en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción».

Muchos se plantean que el comunismo es algo del pasado, algo para estudiar en los libros de historia. Gran error. La panoplia de ideas es bastante limitada y lo que fue reaparece con nueva fuerza. ¿Habrá algo más arcaico que las ideologías nacionalistas? Pues ahí están y no con mala salud precisamente; muy al contrario. ¿Se superaron los extremismos? Ni por asomo; basta ver el éxito de partidos que se mueven en las posiciones menos centradas que nos podamos imaginar.

No obstante, el deseo de centro, al que me he referido, tiene un ejemplo más que significativo. El candidato del PSOE ha resucitado la frase: «Puedo prometer y prometo», una de las más celebradas de Adolfo Suárez y de la transición. El pasado vuelve con una intención muy clara y muy contradictoria. Apropiarse de la frase es dejar en la cuneta la oposición del socialismo al centrismo del que fue calificado como «tahúr», del que fue vilipendiado y machacado por tirios y troyanos.

Es indudable que el nivel intelectual de hoy es muy inferior al de aquellos años pero es lo que toca. Por otra parte, en Podemos, ya felizmente desposado, laicamente, claro está, con IU, se quiere transmitir un mensaje transversal bajo una etiqueta tan débil como la palabra cambio, manoseada hasta la disolución, y con una afirmación inexacta: la mayoría social. Mentir es propio de la naturaleza humana y hacer afirmaciones categóricas también. El cambio se sustenta sobre una mayoría que las urnas desmienten pero creer o no depende de cada uno.

La realidad supera cualquier intento de darle la vuelta y la realidad es que para las próximas elecciones la radicalización es un hecho. No quiero dejar de pasar una táctica de Unidos Podemos que me parece demoledora para el PSOE. Si se analizan los mensajes del partido se observa que dan por hecho que superarán a los socialistas; eso es que ni se lo plantean. Su objetivo es el PP. Se trata de una suposición que se da como hecho indiscutible; desde esta perspectiva del mensaje, se obligaría al PSOE a pactar y para mayor ironía se les tiende la mano, se les ofrece un abrazo, pobrecitos, los acogeremos.

Como siempre, la referencia a los programas es casi nula. No se habla de qué pasaría con la economía según ganen unos u otros y este es el tema central que la emoción cubre con un tupido velo.

Antes de terminar no puedo dejar de referirme al tema de la canción que nos ha representado en Eurovisión. Los franceses y los italianos emplearon sus lenguas, al menos como reconocimiento a las mismas. Nosotros somos muy modernos y ni rastro del español. La responsabilidad es de esa cosa que llaman el ente de RTVE. ¿Qué desprecio al español! Ya sabemos que los ignorantes son peligrosos, atrevidos y ridículos.

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