EL MIRADOR

JuntsPelMetro

Es un proyecto 'de ciudad', incluso territorial, no a la medida del vecindario de Eugenio Gross

Teodoro León Gross

Lunes, 30 de noviembre 2015, 11:55

Hay frases que tienen garantizado el éxito con su mera formulación. Una de ellas es «No se hará nada sin contar con la opinión de ... los vecinos» o su variante menor «Hay que escuchar la voz de los vecinos». ¿Quién negaría semejante obviedad? El populismo consiste precisamente en resintonizar la realidad al gusto de la clientela. Artur Mas viene atribuyendo su referéndum secesionista a la frase «Nada más democrático que dejar expresarse a un pueblo». Suena bien, claro. Pero dejar expresarse al pueblo fuera de la Ley, para agredir el ordenamiento constitucional, no es democrático. Detrás de ciertas frases de apariencia irreprochable laten mentiras peligrosas. Y eso sucede con «No se hará nada sin la opinión de los vecinos». Tras su encantadora primera impresión -capaz de concitar el aplauso incluso de analistas veteranos- hay una falacia. No, no siempre hay que sondear la voz de los vecinos. Estos no han de ser escuchados acerca de la ingeniería de las escolleras marítimas, la programación del festival de teatro, las especies botánicas de los parques, la depuración terciaria, el uso de leds y mil cosas más. Pues claro que no. El alcalde ya ensayó esa coartada reclamando -¡cágate lorito!- que los vecinos se pronunciasen sobre la construcción del metro con tuneladora o muros pantalla. Un debate nivel doctor en Ingeniería. Esas consultas son pura demagogia; genuina piel, como sostiene Dahrendorf, del populismo.

Publicidad

El metro es una infraestructura de cientos de millones que sólo adquiere sentido como red sistémica; en definitiva, un proyecto 'de ciudad', incluso territorial, no a la medida del vecindario de Eugenio Gross o Blas de Lezo. Esto es muy elemental. Por supuesto afectará a la gente, y es importante, va de suyo, garantizar el mínimo impacto. Pero si se da voz al vecindario, surge el fenómeno 'nimby': todo el mundo quiere que haya gasolineras o cárceles, pero no junto a su casa. Claro. Los vecinos temen las obras largas y las infraestructuras impactantes. Tampoco a mí me gusta tener una ronda de circunvalación delante de mi urbanización, y de haber sido consultado, como cualquiera, habría exclamado: ¡no! Pero el criterio técnico y el interés general deben prevalecer. Da casi pudor insistir en argumentos tan obvios.

Todo esto es ridículo, pero además es falso. El Ayuntamiento no ha consultado a los vecinos sobre el Astoria, el Pompidou, las palmeras, la factura del agua, Camas o siquiera el alumbrado de Navidad. Y es lógico; ¡se les vota para asesorarse y decidir! Pero, particularmente, vincular el desarrollo de un proyecto territorial de cientos de millones a los 'vecinos' es una irresponsabilidad. Letra a letra: i-r-r-e-s-p-o-n-s-a-b-i-l-i-d-a-d. El trazado del metro no puede hacerse, ni por fas ni por nefas, plebiscitariamente. Parapetarse detrás de los vecinos es una coartada populista para justificar la indecisión.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad