Hamlet de la Torre
El Metro no se puede gestionar como 'transporte de barrio' desde la junta de distrito. O a lo peor sí
Teodoro León Gross
Martes, 17 de noviembre 2015, 11:12
De la Torre ha vuelto a abrir la polémica de la línea norte del Metro, ahora contra la construcción en superficie. En 2013 firmó un ... protocolo comprometiéndose a la construcción en superficie. En 2012 defendió soterrado. En 2014 dijo «no es el momento de cambiar de modelo». Pero ahora sí es 'el momento de cambiar de modelo'. En las elecciones de 2011 defendió... en fin, desde que en 1998 proclamó «el tranvía es la respuesta adecuada a las necesidades del transporte en Málaga» ha defendido casi todo, a favor y en contra. Sí. No. Sí. No. Sí. No. Tal vez. Quizá. Acaso. Podría ser. Pero. Sin embargo. De la Torre es capaz de ningunear a Hamlet como estereotipo de la duda.
Va de suyo que el problema no es la duda. Al revés. Desde la antigua Grecia, dudar tiene un prestigio lógico contra los dogmatismos y las militancias. Ahí reside el 'sapere aude' tan kantiano, atreverse a pensar, hacer uso de la razón. Borges lo definió de modo insuperable: 'la duda es uno de los nombres de la inteligencia'. Hay que dudar, pero hasta tomar la decisión. Esa es la clave. Una vez resuelta la duda, como ilustra Nietzsche, se trata de actuar, y sobre todo en política. No es aceptable tejer y destejer el debate cada noche como si fuese el manto de Penélope, para volver a empezar al día siguiente. Gobernar como quien deshoja una margarita no es gobernar.
El capítulo CXLVIII de este enredo retrata a De la Torre: acudió a la junta de distrito a encerrarse con cien vecinos hostiles al proyecto y salió de allí alistado en sus filas. Era previsible. Un viejo político inglés advirtió que 'no se conoce la fórmula del éxito, pero al menos sí del fracaso: tratar de contentar a todo el mundo'. Ese es el germen del populismo. Que sí, claro, «siempre hay que hacer las cosas oyendo a los vecinos» como plantea De la Torre (tal vez por eso él gastó cientos de miles de euros del Plan E en unos 'opinómetros' para consultarles, aunque se pudrieron en un almacén municipal sin llegar a usarse) pero gobernar es oír y después decidir más allá del interés particular de un grupo. Si no, ¿para qué se quiere un alcalde? Bastaría con reunir a las juntas de distrito...
El Metro no es la excepción sino la regla de un estilo de alcaldía. Con el Plan del Puerto hubo bandazos memorables. En los Baños del Carmen también ha abanderado soluciones contradictorias. Lo del Astoria es de traca: aquello ha estado destinado a viviendas, a Fundación Picasso, a Museo de Museos, a Mercado Gourmet, a 'lo que los vecinos quieran', a nada, y ahora a un concurso de ideas -otro 'concurso de ocurrencias'- para ganar tiempo. Pero el Metro es un proyecto de cientos de millones, con financiación europea, para la red de movilidad intermodal metropolitana; y no se puede gestionar como un 'transporte de barrio' desde la junta de distrito. O a lo peor sí. Sí o no sí, he ahí el dilema...
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