No es raro que se use la expresión de 'actores políticos': la política es, en muchos sentidos, un teatro, donde necesariamente hay que actuar interpretando ... un papel; y sólo se tiene éxito cuando tu personaje tiene credibilidad. Como decía el gran Vittorio Gassman, un actor es sencillamente alguien capaz de hacer parecer verdadero un guión de modo que el público lo vea como si fuera real. Ayer el alcalde de Málaga y el alcalde de Sevilla no triunfaron al poner en escena su nuevo montaje: 'Eje'. Se trata de un guión interesante después de años interpretando piezas ásperas como 'Agravio comparativo' o 'Capitalidad ventajista'. Pero, al menos de momento, los dos actores políticos no cumplen el mandamiento básico sintetizado por Gassman: que el público llegue a creerse sus papeles como si fuera algo real.
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La gran 'premiere' de SUR llenó el gran salón del Hotel NH por un público expectante; eso que algún cronista perezoso llamaría 'el todo Málaga', empresarios, intelectuales, periodistas, profesionales, académicos, una galería numerosa. Sin embargo, en el montaje de 'Eje' -parte del argumento es negar que sea un eje- hay un problema de guión. La idea es buena, incluso sugestiva, pero no acaba de ir más allá. A pesar de la insistencia del director del periódico como maestro de ceremonia, resistiéndose a que todo quedara en una esgrima cortés de frases 'buenrollistas', aquello no acaba de pasar del posibilismo a cobrar genuina sustancia. Naturalmente mejor hacer el amor que la guerra, pero de hecho no parecían dispuestos a hacer nada, sólo a decirse buenas palabras. Los gestos de aburrimiento afloraron en el patio de butacas.
Si el guión de 'Eje' no acaba de tener éxito sin duda debe mucho a que los actores no rematan sus papeles. Espadas brilla en su interpretación, pero parece pensar más en su carrera política que en un programa real, de ahí su apuesta hacia la multilateralidad; y en De la Torre, a pesar de su inteligencia y elegancia, no funciona ese cambio radical tras quince años usando Sevilla como coartada; y de hecho en algún momento tuvo la tentación espontánea de enumerar agravios. El legendario sir Laurence Olivier decía «¿Y qué es actuar bien, sino mentir convenciendo?». Ese es el quid. Ya no se trata de determinar si es verdad o no; simplemente no resultaron convincentes. Tras años de tensiones, incluso con periodos de confrontación, se requiere algo más que algunas buenas palabras. Pero la respuesta política a la iniciativa convincente de la sociedad civil (Civisur) es de una retórica insuficiente. Sí, es bueno que se imponga el sentido común -eso relativiza el fracaso- pero se queda corto. A los dos políticos se les veía en exceso la mecánica interpretativa. Al cabo, la credibilidad de una interpretación no es meterse en la piel de un personaje, sino meter al personaje en tu propia piel. Para ser creíble, hay que creérselo.
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