Renovarse o morir... con Celia
Pasar a Celia del n.º1 al n.º2, después de tres décadas, se considera un éxito, y a lo peor quizá lo es
Teodoro León Gross
Lunes, 9 de noviembre 2015, 12:30
Si San Mateo escribió que antes pasa un camello por el ojo de una aguja que un cotizante del tramo 1 de IRPF al Reino ... de los Cielos (Mt, 19,24), el presidente del PP podría parafrasear la cita bíblica sosteniendo que es más fácil lo del camello en el ojo de una aguja que mover a Celia Villolobos en la lista electoral (Bendodo, 11, 2015). La batalla de los últimos meses ha sido dura. La vieja loba se ha resistido haciendo honor a su fama. Pero el pulso librado por los dirigentes del PP de Málaga no era un capricho. Al revés; ellos habrían firmado una jubilación sin ruido de sables. Sin embargo el estado mayor de Ciudadanos ha marcado Málaga entre las batallas clave del 20D y el PP les habría facilitado mucho las cosas con una lista encabezada por Celia, icono de la vieja guardia, gran reserva de la cosecha de alcaldesas del 95 pero ya avinagrada. No se puede ser buen cartel en los ochenta, en los noventa, en la primera década del nuevo siglo, y en la década siguiente. Las primadonnas dejan de serlo antes o después.
Hacer correr la lista ha resultado una tarea dura. Casi parece uno de los trabajos de Hércules, como matar al León de Nemea y despojarlo de su piel, capturar al Toro de Creta, acabar con los Pájaros del Estínfalo o robar las Manzanas del Jardín de las Hespérides. Mover a Celia Villalobos del nº1 casi tiene rango hercúleo. Eso delata mucho de la política en los partidos. El PP debía elegir entre Celia y el alcalde del PP con mejor resultado en una gran localidad, figura emergente con el discurso más refrescante en los últimos años; y aunque la elección parezca obvia, pocos hubieran apostado por Urbano. Eso da idea de la meritocracia en los aparatos. Las nomenclaturas, refractarias al talento, se atornillan a los cargos.
La resistencia a la renovación en los partidos es una patología política. Pasar a Celia del nº1 al nº2, después de tres décadas, se considera un éxito. Y lo peor es que quizá lo sea. Durante meses los planes de 'aggiornamento' de Moreno Bonilla han chocado con Arenas, Celia y otros ochenteros. Sí, era una tentación alejar a la vieja guardia a Madrid para rejuvenecer aquí la imagen del partido; pero mantenerlos como cartel para el 20D suponía un alto riesgo electoral: Ciudadanos apuesta por Málaga y Sevilla, además de Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante y Murcia, territorios que reparten ciento treinta actas donde disputarle una treinta de escaños clave al PP, y esto no admite soluciones complacientes. Es ahí donde el discurso de Rivera dirigido a las clases medias cala mejor. El PP, envejecido por 'los naranjitos', se ha visto forzado a un lifting del cartel cambiando a muchos nº1 de 2011 como González Pons, Michavila, Gil Lázaro, Trillo y otros tantos. Celia va en ese pack. Es lógico. Claro que eso, en política orgánica, cotiza poco. Tanto que ella casi se sale con la suya.
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